Queriendo existir
Tronó el cielo, deje reposar,
la locura sobre mis rodillas.
La primera gota, el hombro derecho,
descarte posible, en algún escape.
Inútil escapar. Azar y destino,
nunca estos caminos, han de conocerse.
Títeres cortando sus cuerdas,
quieren lograr que su madera arda,
como fuego sagrado.
Entonces, Dios, existió ese día.
Comprendí, el viento no sopla,
ni a favor ni en contra.
Acude al llamado de la tierra;
corre endemoniado,
y otras veces suave y tierno,
caricias al rostro.
La lluvia comenzó a saciar
la sed, el dolor,
los desazonados en sequía.
Mi cuerpo ya no pudo,
huir al frío sorbo de la existencia.
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