martes, 17 de septiembre de 2013

Ángeles de la Oscuridad - Parte I (Novela)

Pedro y la espada del ángel de la oscuridad

Esa tarde de domingo, Olga y Pedro, estaban juntos, pegados el uno al otro en un abrazo. A esas horas, ese día nadie pasaba por allí, se sentían únicos en el mundo, sólo ellos antes los ojos de Ngenechén[1].
- Sabés…- Dijo Olga e hizo una leve pausa – Anoche tuve un sueño rarísimo. Creo que más bien una especie de pesadilla.
- ¿Cómo es eso? ¿Qué soñaste? – Dijo él.
- Estabas vos en el sueño…
- Ah entonces algo lindo había en el sueño.- Dijo y rió.
- Si, si, en fin. – Dijo ella y dio una sonrisa burlona – La cosa es que vos estabas en problemas, había quienes querían lastimarte, y tu amigo Juan como siempre, cuando lo necesitas no estaba.
- Aha, así que hasta en los sueños le tenés bronca a Juan vos – Se rió – Pero a ver ¿Qué clase de problemas tenía yo?
- No sé – Dijo ella, confundida. – Lo que sí, de repente cuando vos estabas muy mal, apareció un ángel y te salvó.
- ¿Un ángel, en serio che? ¿Y después qué más pasó?
- No sé, hasta ahí llegó todo, ahí me desperté.
- ¿Ya estás teniendo sueños de cosas raras vos? ¿No serás como la machi[2], che?- Dijo Pedro y estiro una carcajada burlona.
Pedro y Olga eran una pareja adolescente de 17 años de edad, cada uno. Hacía tiempo que estaban muy enamorados y ya declarado su amor, y cada domingo se encontraban en ese lugar distanciado del pueblo para estar a solas el uno con el otro y nada más en sus mundos.

Al otro día. Agazapado, detrás de un libro de mitología, en la pequeña biblioteca de Mencué, Pedro, parecía buscar algo minuciosamente, página por página, antes que llegara la hora de cierre. De pronto, se acerca Esteban, el bibliotecario, y deja caer frente al estudioso un enorme y pesado libro, con unos extraños símbolos en la tapa.
- En éste buscá.- Dijo Esteban, con una sonrisa en su rostro.
- ¿Y éste de dónde lo sacaste? No lo había visto acá antes, y eso que mire todas las estanterías.
- Supongo que no te cuesta mucho recordar lo que hay en menos de diez estanterías. No hay drama, igual éste no es de la biblioteca, es mío. Lo traje esta mañana, para que lo vieras.
- ¿Y éstos símbolos? – Dice Pedro tratando de leer la tapa.
- Ese es el título.
- ¿Y qué significa? Apenas leo en nuestro idioma ¿Qué me diste?
- Es un lenguaje muy antiguo, el que lo escribió conoce de historia muy antigua, historia incluso antes de la historia. Significa “Ángel Mestizo
- ¿Y eso?
- Para resumírtelo, es un libro de aventuras y de historia antigua. Pero si querés llevalo y después lo lees cuando tengas tiempo y ganas. Sólo el título está en ese idioma, mirá abrilo y vas a ver que está traducido.
Esteban, se dirigió a su escritorio, al regreso volvió con otro libro.
- Mirá, en este vas a encontrar cómo llegar al pozo.
Pedro, aceptó ambos libros y se fue precipitadamente hacia su hogar.
Esa tarde, Pedro llegó apresurado del pueblo. Desde muy temprano, por la mañana, había partido rumbo a la biblioteca, donde ya hacía tiempo que por lo menos una vez a la semana solía quedarse agazapado, detrás de libros de cuentos, de aventuras y leyendas. Especialmente, aquellos donde el héroe era algún joven de humilde casta que lograba vencer, sin temor en su corazón, formidables bestias y que se aventuraban a recorrer el mundo entero, enfrentando los peligros y calamidades que sometían a los indefensos. Admiraba a quienes entregaban su vida a causas superiores a ellos mismos, sin dudar. Adoraba la idea que jóvenes héroes nacidos en la pobreza material, pudiesen llenar su alma de tantas riquezas; hasta lograban conquistar el amor de una joven princesa.
Cuánta dicha para el joven Pedro Huaiquil; pues, con sus 17 años de edad, ya había una princesa, en su corazón. Ahora, su sentido de la aventura, justicia y logros para su alma, tenían razón de ser. Hacía tiempo ya que Pedro, estaba enamorado de Olga, una muchacha del pueblo de Mencué; hija de un abogado y comerciante de renombre, en los alrededores. El padre, hombre tan tradicional que aún creía en la leyes de la colonización de América, y descendiente de terratenientes de la masacre al desierto, nunca permitiría que su hija, siquiera, se acercase a un peón de campo, descendiente de los Mapuches que habían cruzado ya hace siglos la cordillera, mucho antes que el hombre blanco el océano.
Sin embargo, Pedro ya tenía planeada su estrategia, y no le importaba ya la opinión del padre, mientras Olga lo quisiera, nada era imposible.
En la estancia, se encontró con su fiel amigo Juan, quien como todas las tardes, después de la jornada de trabajo, en época de esquila, iba camino a su casa, quejándose de cuánto había que trabajar, para nada: “Matarse toda la vida en el trabajo, ¡Para nada! Vivir pobre, morir pobre, que lo parió, che”. Así solía decirse a sí mismo. En el camino, lo ataja Pedro.
-¡Juan, Juan! ¡Ya sé cómo llegar al pozo!
-¡Hola ¿No?! – Dice Juan, con tono sarcástico.
-¡Perdón, Hola! Pero, te digo que ya sé cómo llegar; hoy mismo, me lo confirmó Esteban.
-¿Cuál Esteban, el bibliotecario?
-Sí, ése. Me dijo que nadie lo ha encontrado antes porque la luz de la luna lo protege; hace confundir la boca del pozo con otra roca más, en el paisaje. Por eso, hay que ir una noche sin luna.
-¡¿Y seguís con eso?! Ya te dije que ese Esteban, se está burlando de vos nomás, che.
-Pero, te dije que no. Él, es un buen amigo.
-Y si él sabe todo eso ¿por qué no ha ido él mismo a buscar ese tesoro, eh? A ver, explicame eso. Y ma’ encima de noche, ¿y por qué no puede ser de día, eh?
-Hay que ir de noche, porque es un pozo mágico y sólo aparece en las noches… y en cuanto a Esteban, me dijo que cuando la mujer de la que estaba enamorado lo rechazó por ser demasiado soñador que nunca iba a dejar de ser pobre, ella se fue a casar con otro que tenía plata; y claro, desde entonces ya no cree en la magia el loco, y dejó de soñar. ¡Y me contó esto a mí, porque sabe que yo quiero creer!
-¡¿Te estás escuchando las huevadas que decís Huaquil!? ¿”Pozo mágico”? Y se nota que la mujer era inteligente. Porque encima de pobre, loco. Y vos seguí así, dale nomás, ya vas a terminar trabajando de bibliotecario.- Juan Ancán, Larga una extensa carcajada.
-Sí, si ya sé. Eso de “Pozo mágico” suena raro y todo lo demás. Pero ¿y si hay algo de cierto?
-¿Como qué?
-Y si de verdad hay, en alguna parte del campo, un pozo donde alguien haya guardado algún tipo de tesoro, alguno que haya robado, hace tiempo, y lo haya escondido por ahí.
-Mirándolo así, hasta se podría decir que lo escondió para después volver. Pero igual, sigue sonando a cuento.- Juan, vuelve a reír.
Imaginando una interminable lista de posibles riquezas, posibles a encontrar, en un pozo abandonado, en el extenso campo desértico de Río Negro, los amigos, continuaron así un par de horas más. Finalmente, al cabo de, pasada, la medianoche, Pedro, logra convencer a su fiel amigo, a emprender semejante campaña.
Al término un año, después de la charla. Pedro, ya tenía todo preparado. Mientras, ese tiempo, Juan, sólo continuó su rutina de trabajo y constantes quejas, sólo oídas por las ovejas que esquilaba impacientemente; y en cuanto a la aventura, sólo esperaba que su amigo, finalmente, desistiera. Sin embargo, ya había dado su palabra, y en caso que todo marchara según planes de Pedro, se tomaría unos días de vacaciones, para seguir al aventurero. Aunque no creía en los cuentos de esas riquezas, le preocupaba que su mejor amigo anduviese solo y lejos de su hogar, y bien sabía que Pedro, como le decía él era “Animal de lo mas porfiao”, nunca se rendiría, así lo acompañase o no. Y si lo dejaba solo, temía que le pasara como a muchos viajantes solitarios, que los asaltaban y lo lastimaran… “¡Y sólo por seguir un capricho de sueño!”. Refunfuñaba, para sí mismo. Aún así, la idea de tomarse una vacaciones, le agradaba, por demás.
Llevaban dos días de viaje, por los desérticos campos interminables, habían trazado la ruta por diversos campos que atravesaban el camino hasta el pueblo de El Cui, más al norte de Mencué. Ya la tercera noche, se iba haciendo presente. Y esa era la dichosa noche sin luna. Según los cálculos de Pedro, estaban a sólo unos pasos. Quedaba simplemente, esperar que la noche los cubriese por completo, hasta quedar sólo ellos y las estrellas en el manso páramo.
Pasada la medianoche, toman una lámpara, cada uno, y antes de encenderlas, Pedro, detiene a su compañero.
-¡Pará! Mirá hacia tu derecha. Fijate bien. Juraría que ese montón de rocas, ésta tarde, no estaba ahí.
-Pero ¿Qué decís, estás empedo vos, cómo se te ocurre que, de la nada, va a aparecer semejante bulto de piedras? No te habrás dado cuenta, capaz.
Armados con lámparas, en mano, se acercaron a lo que ya parecía una boca de pozo. Una vez allí, se miraron, y miraron hacia dentro; sólo oscuridad había, y no se alcanzaba a visualizar el fondo. Pedro, deja caer su lámpara, dentro del pozo. Luego de unos segundos, alcanzaron a oír levemente, un sonido que parecía el de la lámpara, estrellándose contra el fondo y su luz se apagó al instante.
-Tiene que ser éste.- Dijo Pedro, casi susurrando, misteriosamente, en suspenso.
-¡¿Estás seguro, che?!- Juan, prácticamente gritando al oído de Pedro - Mirá que es muy hondo éste.
-¡Sí! – Respondió Frustrado, con el oído irritado – Estoy seguro. ¡Y ahí abajo tiene que estar la espada del “ángel de la oscuridad”! – Dijo eufórico, y el rostro lleno de emoción.
Juan, se muestra sorprendido; y por un momento, medita, con su rostro empalidecido. Hasta reaccionar bruscamente.
-¡¿Qué, pará, qué?! ¡¿Una espada, nada más que una espada de porquería, nada más?! ¡¿Y vinimos hasta acá por una vieja y oxidada espada, que no vale nada?! Pero ¡¿Quién quiere una espada?! Y ¡¿Qué es eso del “ángel de la oscuridad”?! A ver, a ver… - Respira hondo - ¡Hablá de una vez, che!
-Bueno, pero no te calentés tanto, che. Ya te explico… es que hay una leyenda que dice que hace miles de años, un ángel guerrero, que se convirtió en caído; pero, que a la vez, no era de las legiones de Lucifer. Cayó en éste pozo, o creo que fue condenado a éste pozo, o algo así; la cosa que fue por tratar de ayudar a escapar a un prisionero mortal. Entonces, dicen que todo su poder fue encerrado en su espada.
-¡¿Me estás jodiendo vos?!- Dijo Juan ya enfurecido, y volvió a tomar aire, y suspirar - ¡¿Y de qué carajo nos sirve a nosotros una espada con un fantasma adentro, boludo?! Pero ¡¿Qué mierda te anduviste fumando con ese Esteban vos?!
-Pero, pará, no te chivés loco… no entendés nada…
- Y bueno explicá gil… vinimos hasta acá y no me hablas de plata… ¡explicá!
- Bueno, la cosa es que la cosa está en la cosa… - Dijo Pedro y sonrió burlón
- Pero, vistes que sos boludo vos… dale, dale explicá o me rajo yo de acá, y te quedás solo por chistoso, también.
-Listo che, te digo, te digo. La cosa que el que se adueña de la espada, se adueña del poder del ángel… ¿entendés ahora? ¿No te gustaría tener ese poder, para ganarles a todos?
-¡Ah la pelota! Te metieron el perro en serio a vos ¿eh? – Suelta una carcajada – ¿En serio te creíste ese cuento vos pibe?
-Y ya que estamos acá, vamos a averiguarlo ¿No? ¿O ya te estás cagando encima vos?
- Bueno, dale… si total ya llegamos hasta acá… pero en serio que estás caliente con la Olga vos eh, mirá que venir hasta acá pa’ pelotudear nomás… hay que ser calentón, che… - Se ríe.
Finalmente, se ponen de acuerdo. Pedro saca una extensa soga de la carreta, y ata un extremo a ella. Luego, se dirige al pozo, a sólo un paso ya, y lanza el resto de la cuerda adentro. La soga no parecía muy gruesa, sin embargo, alcanzaba a soportar el peso de uno de ellos.
-Y ¿En serio vas a bajar? – Dice Juan sorprendido.
-Y si. Eso sí, si llego al fondo te tironeo la cuerda tres veces  para avisar que llegué. Si tironeo sólo una vez es que me quedé sin soga y no alcancé al fondo, así que ayudame a subir.
- Bueno, dale nomás.
Pedro, se amarró bien la cuerda a la cintura, miró fijo a Juan, asintieron ambos, y comenzó a bajar.
Las paredes del pozo eran húmedas y resbalosas, a pesar de que no se avistaba agua. Trataba de bajar lentamente, pero resbalaba tanto que tuvo que empezar a bajar sin apoyar los pies sobre las paredes. Siguió bajando metro a metro, aferrándose a la soga, con manos y, prácticamente, enroscando sus piernas; después de unos veinte minutos así, aún no lo graba ver el fondo. Se cerciora que quedara cuerda para bajar, y sigue bajando. Mira hacia arriba, tratando de ver la salida, y nota que ya es muy lejos. Luego de unos minutos más y apurando el paso de la bajada; de pronto, siente apoyar sus pies, en lo que parecía agua lodosa. Se apoya firmemente en el suelo y nota que sólo hay barro, nada más. Golpea las paredes y no sucede nada. Pero, algo curioso, no encontraba la lámpara, o sus restos. Comienza a hundir sus manos y brazos en el barro, para buscar. No encuentra nada. Sin embargo, se dio cuenta que sus manos no sentían chocar contra algún fondo debajo del lodo. Y trato de hundirse más, se acomodo acostado contra el suelo, y siguió hundiendo sus manos y brazos. Hasta que, al fin, algo encuentra, y siente un corte en la mano. Saca rápidamente sus brazos, preocupado, trata de ver el corte pero no alcanza, estaba muy oscuro allí abajo. Entonces piensa “El vidrio de la lámpara”. Así que trata de volver a meter la mano, esta vez más cuidadoso, tratando de tomar los restos. Pero, siente algo con forma de mango, o empuñadura. Se le paraliza el corazón, su mente casi en blanco. Hasta que reacciona: “¿Será?”. Trata de tomar con todas sus fuerzas, el objeto, y sacarlo. Cuando lo tiene frente a él, su forma en la oscuridad, era notoria, y explicaba el corte, fue la hoja de la espada. Pedro, empezó a gritar, reír, saltar y llamaba a Juan.
- ¡Juan, Juan, la encontré, la encontré!
Arriba, Juan, que ya pensaba seriamente en acostarse, a un lado del pozo, alcanza a oír un sonido muy bajo desde el fondo, casi apenas se escuchaba. Y no lograba deducir que trataba de decirle su amigo. Las palabras parecían perderse en la apagada oscuridad. Se levanta de golpe y se apoya en la boca del pozo, para tratar de oír mejor. Y grita, preguntando qué sucede, un par de veces, hasta resignarse. Y en ese momento, siente tironear la cuerda una, dos y tres veces.
Abajo, Pedro ya amarrado, nuevamente, ésta vez con la espada, espera a que Juan comience a elevarlo. Cuando Juan, ya está elevándolo con la ayuda de la mula y la carreta, nota que la cuerda no está resistiendo el peso. La espada, es demasiado pesada. Y teme que la soga se corte y quedarse atrapado. Tironea la cuerda un par de veces, para que Juan se detenga. El otro, se detiene. Pedro, resuelve atar primero la espada, y que la suba, luego iría él. Y tironea nuevamente, tres veces. Y la espada sube, hasta perderse en la altura.
Arriba, Juan sigue subiendo la cuerda. Cuando llega sólo la espada, queda sorprendido. La desata, mira al fondo, y cuando se dispone a lanzar la cuerda, vuelve a mirar la espada. Olvida la cuerda, toma un trapo viejo de la carreta y un poco de agua, y limpia la espada. Aún en la profunda oscuridad de esa noche, la espada, que no parecía ser ni de oro, ni de plata, ni contener ningún tipo de joyas preciosas, y que solo se avistaba unos extraños e irreconocibles símbolos en la hoja… la espada parecía brillar más intensamente que cualquier estrella en el firmamento. Juan quedó embobado ante el espectáculo. Y un pensamiento lo atrapó: “El poder de un ángel”. Miró al pozo, y susurró: “Lo siento, amigo; pero, ya no voy a ser un esclavo”.
Mientras tanto. Abajo, Pedro, esperaba ilusionado, en todo rincón de esa interminable oscuridad hasta la salida, la llegada del extremo de la soga, el cual su gran amigo le tenía que enviar. Lo que por el momento no sabía él, es que la espada se alejaba junto a la amistad.
Pasaron un par de horas, y a pesar de no querer resignarse a la espera, sabía en el fondo de su ser, tan fondo como el pozo, que su amigo, tal vez, nunca volvería. Sin embargo, no quería creer de su amigo una traición. Hasta llegó a preguntarse si no habría pasado alguien por el lugar y su amigo estaría en peligro… si no habría pasado alguien, por un lugar, donde nunca nadie pasaba.
Entonces, se acongojó, se sentó. Sintió hundirse en la tristeza. Pero algo más sucedió. Literalmente, se estaba hundiendo. El lodo empezó a absorberlo, a chuparlo. Trató de moverse para zafarse pero mientras más trataba, más se hundía. La respiración ya era dificultosa, y se asfixiaba, hasta no dar más, ya no resistió y sintió desmayarse. Hasta ser completamente atrapado por ese rincón en el universo.
Más tarde. Pedro, despierta. Mira a su alrededor, parecía estar en un pozo mucho más holgado. Alcanza a ver una pequeña y débil luz. La lámpara estaba encendida en un rincón. Éste pozo era enorme, ninguna comparación con el que conocía y se había adentrado. Se tocó el pecho, los brazos, las piernas y la cara, estaba todo en orden y estaba seco.
De pronto una pequeña ave, voló hasta quedarse junto a la lámpara. Él, la miró con atención y pensó: “¿Un ruiseñor por estos lados?”. Y luego pensó mejor: “Si éste bichito anda por acá y está vivo, entonces, hay salida”. Se dijo tratando de contentarse. Miró a todas direcciones; nada, ninguna señal de salida. Entonces, lo inesperado.
-La salida, no está al alcance de tus ojos. – Dijo una voz que resonó, en la mente del joven.
-¿Quién habló, quién sos, dónde estás?- Preguntó con ansiedad y asustado, a la vez.
Continuó mirando, desesperado, a todas partes del foso. Y no logró destacar nada que diera indicios de otro ser, allí. Hasta que se dio cuenta, el ruiseñor, no dejaba de mirarlo fijamente. Y quedó observándolo con curiosidad y desaliento: “¿Será?”
-¡Bravo, joven Huaiquil! Has descubierto que, tu especie, no es la única en éste mundo.
-Pero…-Muy sorprendido y ahora más asustado- ¿Cómo es que hablás, pajarito?
-¿”Pajarito”? ¡No! Soy un Guardián.
-Pero, parecés sólo un pajarito.
-Pedro, soy un guardián de la espada que tú y tu amigo han venido a robar. He protegido miles de años éste lugar, ocultándolo de los aventureros y ambiciosos. Y tú, se la has regalado a uno de ellos.
-Pero, yo no se la regalé. ¡La robó!
-¡Tú, lo trajiste hasta aquí, y tú deberás recuperarla!
-Ni siquiera sé dónde estoy, ni cómo salir ¿Cómo esperás que recupere eso?
-Por salir de aquí no te preocupes, te ayudaré. Pero, debes estar dispuesto a entregar tu vida de ser necesario. Esa espada, no debe estar en manos de almas impuras. Es mucho el poder que encierra. Es la espada de un ángel oscuro. Si estás dispuesto a sacrificarte, yo te enseñaré, te entrenaré y conocerás tu verdadera riqueza, tu verdadero poder, el del fuego sagrado que reside en cada alma.
Pedro, queda meditativo por un extenso rato, sin dejar de mirar a la avecilla. Grande era su confusión, aún no sabía si era un sueño o estaba muerto… y si esa avecilla, realmente pretendía ayudarlo, o era un demonio disfrazado.
- ¿Y cómo sé que vos no me vas a traicionar, también?
- Mucho tiempo has dormido, Pedro, es hora de despertar, de que empieces a ver el mundo como realmente es. Yo te enseñaré. Y tú, debes tomar el riesgo, o nunca sabrás la verdad. Te subiré los 7 subsuelos que nos separan de tu mundo, y en el camino te contaré todo lo que necesitas saber y responderé todas tus preguntas.
-¿Subirme? Pero ¿No sos demasiado pequeño para eso?
- Sólo debes darme tu palabra de que recuperarás lo perdido y enmendarás tu error; y yo haré que salgas de aquí.
-Está bien. Te doy mi palabra de si salgo de aquí voy a recuperar la espada, y con mi vida y todo lo que se requiera de ser necesario.
-Así será… Y ¿Tú crees que soy pequeño? Ahora podrás ver.
Apenas terminó de hablar, el ruiseñor, a su rededor una pequeña bruma lo invadió, y se metió en su pequeño cuerpo. Sus alas, comenzaron a desprenderse, hasta caer todas al suelo, una vez allí, se convirtieron en cenizas. Una leve brisa suspiro sobre las cenizas y las arremolinó, y así fueron cubriendo el cuerpo desnudo de la avecilla. Ahora tenía una piel que parecía piel de roca escarpada, oscura, dura e impenetrable. Entonces, comenzó a aumentar su tamaño. En lugar de dos patas aparecieron cuatro. Su cabeza comenzó a alargarse y ,a la vez, su cabeza comenzó a dividirse. Dos cabezas surgiendo de una. Y siguió creciendo su cuerpo y sus alas, en proporción. Hasta alcanzar una altura aproximada de dos metros y un tanto más de longitud. Ahora ya no parecía una dulce avecilla. De una de sus cabezas exhalaba un aire frío despiadado, tanto como el corazón del más bajo de los círculos milenarios; mientras que la otra cabeza, exhalaba un aliento ardiente, como el magma del corazón de Geas.
Pedro, se sintió aterrado: “¿Dónde me vine a meter, para qué pregunté?” Sin embargo, desde el fondo de su tembloroso corazón, sentía una fascinación inmensurable. Se exaltaba por miedo y excitación, a la vez, su alma de aventurero se sentía más que complacida.
Ambas cabezas miraron a Pedro. Y hablaron a la vez.
- Y ahora, cumplirás tu palabra. Súbete a mi lomo, comienza la ascensión, joven Pedro Huaquil.
-Ay ¿Y este bicho también habla?
-Acaso ¿Duele algo? Sube de una vez.
-Ahora nada, pero siento que si fallo, me va a doler la vida. – Dijo y subió.
La bestia, expandió sus alas, en la espaciosa fosa, y comenzaron a subir. Pedro, mira hacia arriba, la interminable oscuridad. La luz de la lámpara quedó debajo de ellos y paulatinamente se fue perdiendo, hasta que sintió fundirse a esa oscuridad.
Ahora, la aventura se convertía en su vida. Pero, ¿Cómo saber que no era un sueño, ó, cómo saber que realmente estaba vivo? Simplemente, decidió arriesgarse, a ser el sueño, a estar vivo. Mantendría su palabra. Su recompensa sería La Verdad.
Mientras subían, lentamente, el aventurero, ya no aguantaba el silencio y desea saciar sus dudas; saber todo lo que tuviese para contar aquel extraño y maravilloso ser.
-Te vi cuando eras un pajarito chiquito, y ahora, te convertiste en esto.- Dice sorprendido, Pedro- ¿Y qué clase de bicho sos ahora?
-Ahora, he adoptado una de las formas de Quimera, un ser que hace cientos de miles de años, fue traído a éste mundo, en una campaña encomendada por uno de los ángeles caídos. Después de conquistar y someter el planeta de los guerreros faéricos, Belial[3], creó una gran legión con ellos. Los mejores de estos guerreros, venían montando Quimeras, siendo escoltados por pequeños dragones faéricos, del tamaño de una paloma, a lo sumo. Sin embargo, cuando esos seres morían, y era extraño, porque en realidad, ero que se suicidaban; pero, se autodestruían, para renacer. Y renacían al instante, convertidos en gigantes y feroces dragones Faéricos, que sólo obedecían a sus entrenadores. La misión de éstos extranjeros, era someter a la humanidad. Ya que el caído pretendía crear una colonia más de su imperio, y así, sumar esclavos a sus legiones.
-A ver, a ver. Primero decís:”Cientos de miles de años”. Y ¿Quién era el tal Belial? Y ¿Cómo que venían tipos de otro planeta? Y entonces ¿Vos viniste con ellos?
-No, yo llegué a éste mundo mucho antes, incluso antes que se formaran las especies vivientes; y antes de la humanidad. En cuanto a la Quimera; junto a otros de mi raza, descubrimos que eran controladas por pequeños artefactos, pegados en sus cabezas. Nosotros, no podíamos interferir, en forma directa, en esa guerra, para ayudar a los humanos. Pero, vimos que la población estaba siendo diezmada drásticamente; así que se nos ocurrió ver que sucedía si rompíamos esos artefactos. Un día que sus tropas, dirigieron un ataque a una región populosa, aprovechamos para atacar sus reservas; no había más de cien guardias, los redujimos y nos dispusimos a la misión principal. Cuando fueron liberadas, se acercó una a nosotros, y juró lealtad. Las Quimeras, hacía mucho tiempo habían sido esclavizadas, y torturadas decenas de sus generaciones, y ese artefacto, se encargaba de medir su conducta, disparaba golpes eléctricos al cerebro, cuando alguna no obedecía. Entonces, sólo pedimos que se unieran a los humanos, ya que en ese momento, eran dos especies que sufrían el mismo destino. Y en ese entonces fue que apareció uno de los grandes héroes de la humanidad, de hecho fue el primero que dio a conocer lo que era ser héroe. Su nombre era Atón Rot. Fue el primero en montar una Quimera; y el primero en enfrentar sus propios miedos, para enfrentarse al enemigo. Atón Rot, ya no supo temer a lo desconocido.
Pedro, se mantenía en silencio, escuchaba atentamente, casi hipnotizado por el relator. Sin darse cuenta, Quimera, ya había dejado de subir. Sólo se mantenía flotando, frente a lo que parecía una pequeña plataforma, saliendo de la pared del foso. Se apoya en el borde.
-Necesito que bajes, un momento. Hemos llegado al séptimo subsuelo. En cada uno debo detenerme a descansar y recuperar fuerzas, o no podré llegar hasta la superficie.
El joven, se baja, sin decir nada. Sólo asienta, con la cabeza y queda frente a su acompañante.
-Estoy muy agradecido por tu ayuda. Y lo que me cuentas, todavía no puedo creerlo. Pero, igual, en mi interior, siento que no me estás mintiendo. Que lo que decís es tan real, como el hecho que estamos acá, frente a frente.
-De eso no tengas dudas. Y ahora, deberás demostrar que cumplirás tu palabra. Para recuperar mis fuerzas, necesito algo de ti.
-¿Algo de mí?- Pedro, queda pensativo y preocupado.
-Sí, necesito que me alimentes. O no podré seguir subiéndote.
-¡¿Que te alimente?! Pero ¿Cómo? No traigo nada conmigo y acá no hay nada más que nosotros y estas paredes.
-Tendrás que sacrificarte. Diste tu palabra, incluso tu vida de ser necesario. Y ya que no hay nada más; aliméntame con tu propia carne.
-¡¿Cómo decís!? ¡Pero, no entiendo! ¡¿Querés que me mate para darte mi cuepro de comer?!
-¿Acaso, ustedes los humanos, no sacrifican a otras especies animales, para alimentarse?
-¡Sí! Pero, es diferente. Esos son animales que se crían para alimentarnos. Son parte de la cadena alimenticia.
-Los humanos, también, son una especie animal. Y ¿Cómo sabes que tú no eres parte de mi cadena alimenticia?
-¡Pero, pero!...-Pedro, enmudece, asustado y apoyado de espalda a la pared.
-No te preocupes, sólo comeré tu pie. Por el momento, eso me basta para seguir.
-¡¿Mi pie?!- Se mira los pies, muy preocupado-¿Y si me desangro y muero? Muerto, no te sirvo, y sin pie ¿Cómo voy a alcanzar la espada, si no podré caminar?
-No te preocupes, por el desangrado.-Y ahora sólo habla la cabeza de frío aliento-Yo congelaré tu pierna, desde tu rodilla, hacia el pie, para adormecer completamente – Y luego la cabeza de aliento de fuego – Y yo daré la mordida con mis dientes fulgurosos y así será cauterizada la herida, y no sangrarás.
-Pero… ¡Pero, es mi pie!
-¡Pedro!-Se muestra enojada Quimera – Tú eliges, ofrecer tu sacrificio y cumplir tu palabra; o sí lo prefieres, te puedo dejar en el fondo, para que allí, pases lo que te resta de vida, solo, sin alimento, en la oscuridad sin fondo. Cumple tu palabra y te llevaré a la salida… ¡Tú eliges!
-Ay, ay…- Mira hacia arriba, como si buscara su salvación. Luego vuelve su mirada, hacia sus pies, ya resignado – Ay, yo sabía que éste bicho me iba a hacer doler la vida.
Se sienta, con pierna izquierda bien estirada y derecha contra su pecho. Mira su pie izquierdo, mira a Quimera y vuelve a mirar su pie.
-Ay, amigo, dimos tantos pasos juntos…- Mira a Quimera – Y dale nomás.
Quimera, acerca la cabeza de frío aliento y exhala sobre la pierna de Pedro, desde la rodilla hacia el pie, queda totalmente congelada. El joven aventurero, al ver ya acercarse la cabeza de aliento de fuego, al ver esos dientes ardiendo, sintió que su corazón trataba de abrir su pecho, para escapar al momento.
-¡Ay, no quiero mirar, no miro! – Se tapa la cara con ambas manos – No miro… - se destapa la cara – A ver…
Al ver cómo era amputado su pie, se desmaya. La bestia, se cerciora que la herida quede bien cauterizada. Luego, se posa junto a su compañero, a descansar.
- Descansa, amigo – Susurró – Descansa y resiste, que será mucho más lo que ganarás, por tu sacrificio, y si cumples tu palabra.
Al despertar, Pedro, observa hacia ése lugar donde antes estaba su pie. Y Mira a Quimera.
-¡Bien! Entonces, supongo que ahora seguimos.
-¡Bien! – Respondió Quimera – Has dormido casi un día completo, ya debes estar bien para seguir. Monta de una vez.
El aventurero, asintió y trató de ponerse de pie; en el primer intento, perdió el equilibrio, al tratar de apoyar el pie izquierdo, habiendo olvidado, inconscientemente, que ya no estaba. Alcanzó a dar un pequeño salto, apoyando todo el peso sobre el pie derecho y logró apoyarse contra un ala de Quimera, que alcanzó a extender. Aferrándose, como pudo, montó. Asó prosiguió el ascenso.
Pedro, trataba de mirar donde antes estaba su pie izquierdo, con rostro melancólico y desconsolado. Y el relator nuevamente comenzó a hablar.
- Luego de Atón Rot, muchos se atrevieron a montar Quimeras. Ya con suficiente práctica, comenzaron a atacar asentamientos pequeños, de los guerreros Faéricos. Liberaron muchas más Quimeras y no quedaron más asentamientos de refuerzos. Cuando tuvieron un considerable ejercito, comenzó la verdadera guerra; la fuerzas eran parejas. En las primeras batallas, los jinetes de Quimera, sólo tenían una prioridad, liberar a todas las restantes esclavas. Las Quimeras se pegaban a las prisioneras, en pleno aire, y con una cabeza distraían a las otras dos, y la otra mantenía ocupado al jinete Faérico. Entonces, el humano, quedaba libre para arrancar el artefacto que las apresaba. Una vez liberadas, ellas mismas se encargaban de terminar con su esclavizador. Cuando, finalmente, quedaron libres todas; las batallas entre humanos y Faéricos siguió en tierra, mientras que las Quimeras, se encargaron de los Dragones faéricos, y de cerrar los portales por donde llegaban los invasores.
Pedro, se acomodó, recostándose espalda a espalda y apoyó sus manos, por detrás de su cabeza. Comenzó a dejarse llevar por la voz de doble frecuencia de su relator; dejándose amenizar por la leve brisa que se formaba bajo cada batir lento de alas de escamas que parecían hechas de piedra negra. Empezó a soñarse un guerrero épico, luchando a la par de aquellos valientes defensores de la humanidad; protegiendo la inocencia, liberando a esclavos. Soñose montando Quimeras, acercándose al enemigo, saltando en pleno vuelo, hasta colgarse de una de las prisioneras, trepando las escamas, hasta llegar y arrancar ése maldito artefacto de sus cabezas, que las aprisionaban. Sintió la gloria, era todo casi tan real, tan intenso su sueño, escuchó detrás suyo, sobre otra Quimera, el grito de Atón Rot: “¡A la batalla!”. Así comenzó, también, a ver luz en la profunda oscuridad del interminable túnel, que separaba su vida del mundo conocido.
Quimera, continuó su relato, ya notando que su pasajero estaba plenamente acomodado, sobre su lomo.
- Fue increíble esa época; ver la especie humana convertida en una sola nación, un solo pueblo. Nadie se distinguía por su raza; no había fronteras, ni religiones. La única frontera era la que separaba éste mundo del resto del universo; la única religión, era el círculo de la vida. Ningún hombre era más que una mujer, y ninguna mujer era más que un hombre. Luego de ganada esa guerra, la Quimera reina, abrió un portal, para enviar los sobrevivientes Faéricos, a sus mundos. Cuando todo pasó, la paz volvió. Después de unos siglos, estadistas notaron algo preocupante. La especie humana, se estaba reproduciendo velozmente, así mismo, la mayoría de las especies. Al conocerse esto, comprendieron que no pasarían muchos siglos más, hasta que el planeta, fuera superpoblado. En aquel momento, nuevamente, la Quimera reina, ofreció su ayuda. Las Quimeras, tienen un Don muy particular; ellas, son capaces de crear portales a otros mundos.
- O sea, que así llegaron esos tipos molestos, de Faeria. Vos dijiste que llegaron montando Quimeras.
- Exacto, mi joven amigo. Verás, hay quienes dicen que el Dios de todo lo que Fue, Es y Será, al séptimo día, descansó, entonces, ése día comenzó a soñar; y entre los tantos seres maravillosos y fantásticos, la Quimera, fue uno de los que alcanzó a salir de ése sueño. Se dice que Quimera, logró ver, en la mente de Dios, el esquema del universo. Por ello, ellas, pueden abrir portales a otros planetas, sin importar en qué lugar del universo sea; y saben cuáles son aquellos que pueden ser habitables, según qué especie. Sólo es cuestión de montar una Quimera y abrirte paso a mundos que ni la imaginación alcanza a comprender de tan fantásticos.
- ¡¿En serio?! ¿Son un sueño del “grandote”? Digo ¿Del tal Dios?
 Sí, mi amigo. Y verás, la Quimera, ofreció a los humanos, abrir portales, a otros mundos, hasta encontrar alguno que fuese habitable, para la especie. La condición era que por ningún motivo, el hombre, trataría de desplazar a las especies habitantes de aquellos mundos. Esto causó grandes discusiones, entre los líderes tribales; algunos, temían a encontrarse mayores peligros, sin saber dónde se abriría del otro lado, el portal; otros, desconfiaban, creían que podría ser alguna trampa; otros, simplemente no les agradaba la idea de abandonar su mundo conocido, donde se sentían más que cómodos. Al fin, un descendiente de Atón Rot, reúne un considerable grupo de hombres y mujeres, de su raza, ya viendo que otra vez, la humanidad, imponía las fronteras de la ideología, según la piel; el líder Rot, y sus seguidores, se hicieron llamar Los Atlantes. Por excelencia, aventureros y osados a enfrentar lo desconocido; se destacaban en forma plena, en ello. Sin embargo, eso no fue todo, cuando estaba todo listo para la partida, nuestro líder, líder de los ángeles y guerreros de la oscuridad, sintió que debía comprender lo que existía más allá de éste mundo; así también, necesitaba aprender de la sabiduría Quimérica. En tal viaje, lograría saber de otras especies, en el universo, con la esperanza de encontrar aliados; o en un mal caso, conocer qué otros enemigos podrían acechar nuestro mundo.
- ¿Tu líder? – Se sentó de golpe, intrigado - ¿Y cómo es él?
- Eso, mi amigo, es una historia aún más antigua.- Alcanzó a decir y paró de ascender.
Estaban frente a otra pequeña plataforma. Pedro, no se había dado cuenta del tiempo, ni notado cuánto habían subido.
- Ya estamos en el sexto subsuelo, pequeño amigo.
- ¿En serio? – Dijo, muy preocupado. Y miró su pie derecho.
- Así es. Ya puedes desmontar.
Se baja, con mucho cuidado, tratando de no pisar mal y caer al fondo. Unas cuantas quejas y rechinar de dientes, hasta que logro acomodarse, sentado en la plataforma, con ambas piernas estiradas.
- Vos dijiste que las Quimeras, abren portales a otros mundos ¿No podés abrir uno ahora e ir a buscar comida a otro mundo? ¿Por qué me tenés que morfar a mí?
- Ya te he dicho que sólo adopté la forma de una Quimera; no soy realmente un ser de esa especie, ni tampoco, era un ruiseñor.
- Entonces ¿Qué bicho sos?
- Ninguno “bicho”. Soy un ángel de la oscuridad. Hace alrededor de dos mil quinientos años, que estou cuidando esa espada; esperando a quién debe ayudarme a liberar su poder. Sólo así, puedo volver a dónde pertenezco, al lugar donde mi maestro me ha ordenado ir, cuando mi misión esté cumplida… ¡Y tú, la perdiste!
- Sí, sí; eso ya me lo dijiste ¡Y ya perdí un pie! Y te veo cara de hambre y no me gusta nada, eh. Ya sé que tenés que alimentarte, pero ¿Tiene que ser carne, no hay otra forma?
- ¿Por qué los humanos comen carne, si hay otras formas de alimentarse y vivir plenamente? Las plantas, ofrecen su fruto a toda especie animal, y no se le quita la vida para que ustedes se alimenten. Su fruto, si no es consumido, cae y nutre la tierra; y periódicamente, la misma planta, puede volver a dar fruto. Hay muchísimas especies vegetales, que entre tantas pueden abastecer durante todo el año.
- ¡Eso! ¿Por qué no vas a buscarte una plantita y dejas mi pie donde está?
- ¡Pedro! Cumple tu palabra o ya sabes las consecuencias.
- ¡Pero, que lo tiró che! – Frustrado – Ahora éste bicho raro, también tiene dieta especial…- Estira la pierna derecha – El desgraciado del bibliotecario, seguro algo sabía, por eso no quería venir él; ma’ encima, el Juan, que era mi mejor amigo ¡me cagó! Y ahora éste bicho, más feo que el Juan, es delicado, sólo come carne.
- ¿Ya terminaste? Para ser alguien con un alma aventurera, te quejas demasiado. Y por favor, no te irrites, que la carne se pone agria y me arruinas la cena.
- ¡No me lavé el pie, así que no va a importar que esté agria la cena!
La cabeza de frío aliento, heló la pierna derecha, hasta el pie; la cabeza de aliento de fuego, devoró y cauterizó. Mientras que Pedro, se quejó y quejó; hasta quedarse dormido, otra vez.
Nuevamente despierto. Otro día había pasado, según Quimera. Ésta vez, tuvo que emplear, con más cuidado su ala, para que el aventurero quejumbroso, se apoyara bien y alcanzara a montar, apoyándose sobre sus rodillas.
Recostado de espaldas, sobre Quimera, va lamentándose, triste, el inicio de la aventura. Nunca se le hubiese ocurrido, ni imaginado remotamente, tal sacrificio ¿Cómo puede ir a la batalla un héroe, sin pies, para siquiera, caminar en el campo? Se sentía un héroe absurdo, de una comedia cruel “El héroe que no puede mantenerse en pie en la batalla, porque no tiene pies.” ¿Cómo alcanzar los pasos de su dama, tan apreciada, si no puede dar sus propios pasos? Y aún quedan subsuelos. “¡Y cómo duele la vida!”
El ángel de la oscuridad, aún tenía mucho por contar a su joven pupilo, quien se estaba convirtiendo en adepto. Procuraba alimentar su mente de historia, al ritmo de la ascensión. Sabía que ese muchacho, tenía mucho más potencial, en su interior, que cualquier otro humano de su edad. A pesar que Pedro, dudaba, desconfiaba, era temeroso y por demás quejumbroso; a pesar de ello, no daba paso atrás. Tal vez, seguiría mucho más tiempo con dudas y miedos; pero, no temía a enfrentar los miedos. Y ése es el primer gran logro de un héroe auténtico.
Una vez más, las voces de ambas cabezas se unieron, para ser una sola voz. Continuó relatando.
- Pedro, hay una razón por la cual es muy necesario que comprendas que todo lo que te cuento, debe quedar grabado en tu memoria. Te pido que confíes, no sólo con tu mente, sino, con la sinceridad de tu espíritu. Si logras eso, te aseguro que alcanzarás a cumplir tu palabra y la recompensa no será oro de color alguno; será aún más grande.
- Olga – Dijo susurrante, el enamorado; y suspiró.
- Qué difícil es tratar con la mente de un joven lujurioso.
- Es amor, más grande que cualquier deseo de la carne. Si la vieras como yo la veo, cuando la miro, hasta la luna sentiría envidia, y se apagaría su brillo. Y vos, hasta querrías convertirte en humano para acercarte a ella… ¡Así que ojo eh!- Hizo una leve pausa – Pero, bueno – Volvió a suspirar – Si tengo que hacer todo lo que me pedís sólo para salir de éste agujero mugroso, dale nomás.
- Esta bien. Cuando la guerra entre los Arcángeles y los caídos ya estaba en su apogeo, muchos ángeles se mostraron en desacuerdo. Los Arcángeles, hablaban de establecer justicia y equilibrio en el universo y que la palabra del señor supremo lo era todo, y nada debía contradecirse; sin embargo, éstos ángeles, en algo no estaban conformes, si fomentaban la justicia, el equilibrio y la libertad de todo ser ¿Por qué se sentían sometidos a la fe, en lugar de bendecidos para elegir creer en ello? En aquel momento, decidieron apartarse. En cuanto a los caídos, habían elegido, y crearon sus propias reglas; no obstante, la pregunta era la misma: ¿Por qué? Al presentar éstas irresoluciones, en ambos mundos, fueron expulsados de esos lugares y despreciados por la eternidad. Fueron repartiéndose, por distintos puntos del Universo y vagaron por milenios, en mundos oscuros, sin vida. Hasta que un ángel caído, buscó a uno de ellos. Salió de su mundo, recorriendo bastos planetas, hasta encontrarse con uno de los exiliados. Una vez allegado, le informó que existía un mundo en el sistema regido por Surtur-Ra, en donde una pareja de antiguas amistades, habían sido enviados como castigo allí, por guardar un amor siendo de distintos bandos, considerados traidores; y por haber concebido un vástago como resultado de esa unión, exiliados y encerrados allí. Empero, ese mestizo, fue criado bajo la tutela de sus propios padres. Ése ser, ya estaba crecido y aceptaba a todo errante en su hogar, con la única intención de intercambiar sabiduría. Sólo eso pedía a quienes pasaban. Así también, había quienes recordaban y apreciaban al amigo exiliado, en las tierras de los ángeles; siguiendo el ejemplo del caído, buscaron errantes en el cosmos para enviarlos a ése mundo. Después de varios milenios, ya se juntaron tantos que formaron una gran nación, la nación de los ángeles de la oscuridad; y no se sentían dirigidos bajo ningún yugo. Eran todas almas libres, nadie se iba o escapaba, porque no estaba prohibido hacerlo. Un mundo sin rey. De todas formas, sólo uno era al que todos proclamaban señor del mundo: El ángel Mestizo. El verdadero hijo del cielo y la tierra; quien decidió adoptar una legión de hermanos, y compartir con ellos sus propios padres y su hogar.
- ¿Enserio pasó todo eso? ¿Y vos sos uno de esos ángeles? ¿Y la humanidad, qué no había nadie?
- No, en ese tiempo sólo oscuridad habitaba toda la superficie. La especie humana no existía. Éramos nosotros, los ángeles de la oscuridad y lo único que nos alimentaba cada día, era el árbol de la sabiduría.
- Pero entonces ¿Qué pasó con todos y la oscuridad y todo y tu señor?
- Nuestro Maestro, por ser un mestizo, en él residía todo lo mejor y peor del mundo de los Arcángeles y el de los Caídos. Su padre Urano, era uno de los grandes guerreros Arcángeles. Y su madre Geas, guerrera y fecundadora de vida de los mundos que controlaban los Caídos; ella, era de las principales miembros de las legiones de Lucifer, cuando todavía se llamaba Lucifer. El conocimiento y habilidades de esos dos mundos, reunidos en él, lo hacían un ser muy poderoso, en todo el Cosmos. Eso hizo preocupar tanto a Miguel, como a Mefistófeles. No podían arriesgarse a tener un competidor tan fuerte; hacía peligrar sus planes y desfavorecía a ambos bandos en la balanza. Una balanza tiene dos partes, nunca tres. Por primera vez, hicieron tregua, en la impiadosa guerra. Antes de seguir, el mestizo y sus legiones debían caer. A pesar de ello, no podían atacar nunca juntos, como aliados. Así que resolvieron avanzar por turnos. Fueron oleadas brutales, de ataques tras ataque, legión tras legión. Nuestra ventaja era que aquí estábamos protegidos por el cielo y la tierra, quienes siempre nos ayudaban; el cielo, creaba huracanes y tornados, encerrando y atrapando a los invasores entre las inmensas murallas que levantaba Geas; y nos permitía dividir sus legiones. Sin embargo, seguían avanzando, de todas partes comenzaron a llegar, nos fue imposible controlar las entradas por tantos portales. Hasta que finalmente, alguien de más arriba, se dio cuenta que la injusticia ya excedía todos los parámetros; injusticia y cobardía de los invasores por aunar fuerzas para arrasar un mundo que recién se formaba como nación, de un pueblo que sólo pretendía existir en libertad. Al notar tanta injusticia, del cielo superior de los inmortales, se enviaron seis Titanes y seis Titánides, cada cual con sus propias legiones. Ellos serían el equilibrio en esa guerra. Y así fue. Allí conocí al gran general de generales, al magnífico Atlas. Gracias a sus estrategias y su gran poder, los atacantes ya no pudieron prosperar. Luego, la alianza entre Arcángeles fue prohibida por el señor supremo del Universo. Los Titanes ya adoptados como hijos de Urano y Geas, y llamados los protectores de los mundos que rodeaban Surtur-Ra.
- ¿Atlas? ¿Y ese tenía algo que ver con los Atlantes de los que me contaste?
- Así es; y esa es otra historia.- Dijo y detuvo la marcha.
Se apoyó sobre la siguiente plataforma y con ello dio a entender a su pasajero que debía bajar. Ya estaban en el quinto subsuelo.
Bajó y se recostó sobre el suelo de la plataforma, con ambas piernas estiradas, quedó mirándolas dubitativo.
- No podía ser un bicho vegetariano ¡No! Tenía que comer carne – Mira a la bestia, resentido - ¡Dale, morfá nomás! ¡Vamos a ver quién te recupera la espadita de He-Man después!
- Ay, amigo.- Dijo y suspiró, el ángel disfrazado.
- ¡Y no me digas amigo! ¿Qué clase de amigo se come la carne del otro, eh?
- Tanto tiempo ha vagado sin rumbo fijo tu especie, han logrado perder la auténtica Fe. Esa fe que engrandecía las almas. Esa Fe que permitía enfrentar lo desconocido, sin temor. La Fe que es la vida y virtud de los soñadores y andantes. Esa Fe que abre los ojos del espíritu y permite ver el mundo como realmente es y lo que hay detrás del lienzo que ustedes llaman realidad. Todo lo cambian y deforman, con verdades inventadas, por temor al temor. Vive el sueño, mi amigo, la realidad dura lo que rige la vida; sólo el sueño es infinito, porque sólo tu alma es eterna.
- ¡Que buen chamuyo que tenés che! Hasta casi que me dan ganas de regalarte una mordida gratis… pero eso sí, si algo quiero creer, es que esto tiene que ser un sueño; y hasta ahora pinta bastante malo.
- Entonces, tómalo como tal, vive el sueño. Y dime algo ¿Has sentido dolor hasta ahora?
Y ya que lo pienso.- Hizo una leve pausa.- La verdad que no.
- Ya ves. Ustedes las personas, en los sueños no sienten dolor, sólo una vaga idea de ello. Así que ten Fe, en que cuando recuperes la espada, al fin, despertarás. Todo esto habrá sido únicamente un descuido de tu mente, al cerrarse tus ojos.
Ésta vez, Quimera, devoró desde la rodilla izquierda. Primero, congeló y adormeció; luego, la mordida y cauterización. Nuevamente, Pedro, cayó rendido, se durmió.
Otro día más había pasado. Ya estaba montado sobre su transporte alado. El joven aventurero de tierras Mapuches parecía en estado de trance ¿Sería esto realmente un sueño? ¿Y si cuando dormía estaba despierto? ¿Los sueños serían como cuando estamos despiertos que no recordamos, del todo, lo que sucede en lo que creemos la realidad? ¿Cuándo estamos dormidos, cuándo estamos despiertos? En su realidad, un ser como Quimera, era inconcebible, la simple posibilidad, siquiera pensarlo, de existir. Y lo estaba montando, a tan maravilloso espécimen.
- Ya me contaste todas esas historias de gentes que yo no tenía idea. Pero ¿Quién sos vos? Sí, me dijiste que sos un ángel oscuro…
- “Ángel de la oscuridad”. Nunca lo confundas. Un ángel oscuro es un ser malévolo. En cambio, los ángeles de la oscuridad, nos llamamos así por haber habitado en los oscuros rincones del universo; y el brillo de nuestra llama sagrada, la luz de nuestras almas, nunca se vio afectada, nunca pudieron, los otros, opacar nuestro Don, nuestra virtud infinita.
- Ahora entiendo mejor, esa parte. Seguís sin decirme. ¿Por qué hacés lo que estás haciendo?
- Está bien. Te diré lo que necesitas saber, solamente. Mi maestro, tenía libertad de recorrer el universo cuanto quisiera; su poder no estaba limitado a éste mundo. Había una condición. Se le había prohibido acercarse a los mundos de los Arcángeles y de los Caídos. Llevaba ya unos siglos recorriendo el Cosmos con los fieles Atlantes, ya muy lejos de aquí. Entonces, la inmunda bestia Belial, persiguió una expedición que salió tiempo después a otros mundos. Esa estaba compuesta por los hijos de Halasiu y Aruc, guiados y ayudados por Quimeras. Por precaución, un pequeño grupo de ángeles de la oscuridad que ya conocían esos rumbos, los acompañaron. En la tierra quedaron, nada más que los más ancianos y niños humanos, protegidos por las restantes legiones nuestras y los Titanes, en los distintos mundos formando un perímetro planetario. Llegado el momento adecuado, la bestia consideró que ya estaban lo suficientemente lejos de la protección de los Titanes y el Mestizo, atacó sin piedad. Incluso, invocó Dragones de magma del corazón del infierno, ya que tales “bichos”, con tal poder de destrucción serían capaces de acabar con una especie como las Quimeras. Las resistentes escamas de piedra negra de ellas eran capaces de soportar hasta viajes a la superficie del sol; por ello Belial, dedujo que el magma de sus lares podría matar esos seres increíbles. Al ganar esas batallas, no conforme con la victoria, asesinando a humanos, Quimeras y ángeles de la oscuridad, decidió dejar nada más que nueve sobrevivientes, nueve ángeles, a quienes torturó de la peor forma… - Hizo una pausa. – Verás, mi amigo, los ángeles somos almas materializadas; cuando un ser vivo muere, por regla general, su alma se libera y esa energía transmuta en el universo. Sin embargo, cuando éstas, en sí, es vida; al morir, eso es todo, energía que desaparece, un pensamiento divino que se pierde en el olvido… ¡La inmunda Bestia! Ya sometidos, nuestros hermanos, hizo lo peor, arrancó sus grises alas, con sus atroces garras. Esa vez, todos sentimos el sufrimiento de ellos; al igual que las Quimeras, la caída de sus hermanas. Sucede que todos estamos conectados a través del árbol de la sabiduría, todos quienes gozamos de su alimento. Fue como si mi propia existencia se partía en dos. Al momento que sus alas cayeron al suelo, convertidas en cenizas, esas almas desdichadas, se volvieron mortales. Nueve seres que de ese momento les quedaba nada más que esperar a que el tiempo indicara cuándo serían olvido. El mestizo, también lo sintió, inclusive estando, prácticamente al otro extremo del Cosmos. Con la ayuda de un pequeño grupo de Quimeras, atravesaron portales hasta llegar. Para cuando llegaron, lo único que encontraron fue nueve almas desvaneciéndose paulatinamente.
- ¿Y se murieron ahí? – Preguntó Pedro, en tono de preocupación.
- No. La quimera reina, quien acompañaba al Mestizo, develó un secreto. Le pidió tomara las armas de sus caídos. Se juntaron las nueve espadas. Tomó una y pidió acercaran a uno de los agonizantes. Una vez frente a frente, diez quimeras lo rodearon y pidió que el maestro sostuviera la espada, pues realizaría un conjuro muy potente, y necesitaba un ser capaz de soportar tal poder. Él, se puso frente al ángel oscuro, con la espada en mano. Las quimeras comenzaron un extraño ritual, nadie nunca logró descifrar el idioma de ellas. Entonces, las once Quimeras, soltaron todo su aliento de ambas cabezas, a la vez, fuego y hielo, apuntando a la espada; eso duró unos segundos nada más. Cuando terminaron, la reina, tomo la mano del Mestizo que sostenía aún la espada y la acercó al ángel. Inmediatamente, la espada absorbió esa alma, que parecía convertirse en polvo de arena mientras se fundía al metal. “¡¿Qué has hecho?!” Dijo nuestro maestro. La reina dijo que ahora la espada y el ángel eran un solo ser. Y que esa alma volvería a la vida como ángel inmortal, cuando encontrase en el universo un ser capaz de fusionar sus almas. Luego, repitieron el ritual con los ocho restantes. Así las nueve espadas, se convirtieron en mucho más que armas de combate y nueve Quimeras serían encargadas de protegerlas, hasta que cada una cumpliera su destino.
- ¡Momento, momento! ¿La espada que tengo que buscar es una de esas nueve espadas?
- Así es, mi venturoso amigo.
- Entonces ¿quiere decir que si la consigo puedo ser uno de ellos?
- No es tan simple. El alma que reside en ella, decide quién es merecedor de su poder. No alcanza con querer y tenerla frente a ti. Seres como la Bestia o los Arcángeles pueden extraer su poder, por ello es conveniente que la recuperes para que vuelva a estar segura. Al extraer su poder matan al ser que vive en ella.
Pedro, Notó que ya no estaban ascendiendo; miró frente a él y se avistaba otra pequeña plataforma. Todas las preguntas que tenía para hacer respecto a la historia de la espada, desaparecieron de su mente. Dedujo que ya estaban en el cuarto subsuelo. Sus ánimos desaparecían como sus piernas.
- ¡Ay no, ya llegamos!
- Ya estamos en el cuarto subsuelo. Desmonta jinete.
- Está bien.- Baja resignado y se recuesta sobre la plataforma.- Vos dijiste que ustedes los ángeles, se alimentaban del árbol de la vida. Entonces ¿Qué onda, qué hacés comiendo carne? ¿No te hace mal che? Todo bien, te lo digo como amigo nomás eh.
- Así que ya quieres ser mi amigo. Pero, no “amigo”. Nos alimentamos de ése árbol cuando estamos frente a él. Actualmente, está muy oculto y es muy difícil llegar. Así que tendrás que seguir alimentándome o no saldrás de aquí.
LA charla no abarcó mucho más. Ésta vez, fue devorada la pierna derecha desde la rodilla. Se durmió de nuevo. A pesar que no sentía dolor, quedaba muy agotado y le era imposible mantenerse despierto.
Después de maniobrar un buen rato, para montar, ya estaban ascendiendo. Otro día había pasado. Huaiquil, trataba de recordar o buscar algún indicio de algo del sueño; al momento de despertar, nada se había filtrado. En vano trataba.
Los primeros momentos de la subida, se mantuvieron en total silencio. Se escuchaba el sonido de las negras alas cortando el aire, como los remos de un barco, navegando hacia el cielo.
El carnívoro amigo rompió el silencio que se tornaba lúgubre melodía, en el vacío que separaba el momento de la existencia.
- Mi nuevo y venturoso amigo ¿Qué dilemas aquejan tu pensar que apagan tu voz?
- y ahora me acuerdo que no terminaste de decirme qué tenías que ver vos en toda esa historia ¿Y tu maestro no alcanzó a agarrar a esos bichos del infierno? ¿Y vos que tenías que ver también con ahí?
- Ten paciencia, poco a poco todo será aclarado. Al volver a la tierra, con las espadas; nueve ángeles fueron designados como guardianes de las espadas, junto a las nueve Quimeras. Yo fui uno de ellos.
- ¿En serio? ¿En serio sos así de viejo? ¡Fua! – Sonrío efusivamente. – Si vos sos el ángel ¿Qué pasó con la Quimera? Porque dijiste que estabas disfrazado, que no sos una Quimera.
- Al recibir la responsabilidad, ellas fusionaron sus cuerpos al nuestro; es gracias a la escencia de la Quimera que puedo convertirme en otras criaturas. No sólo debo cuidar la espada, sino también, el sueño de ella. Únicamente ella, puede liberar al ángel de la espada y completar el ritual de fusión de dos almas.
- Es de no creer todo lo que me contás ¿Y tu maestro dónde está ahora?
- A eso voy a llegar; continuando la historia de las espadas y los ángeles. Ya en la tierra, como te dije, luego de ese ritual, el maestro reunió noventa y nueve ángeles de la oscuridad. Por consejo de la Reina Quimera, con su ayuda esos serían bautizados con los noventa y nueve nombres del creador. Algo que también sólo sabía la reina y únicamente en su lenguaje se podía pronunciar. Realizado ya, los cien guerreros, cabalgando cien Quimeras, cruzaron un portal abierto por la reina, el cual daba directamente al mundo de los caídos. En ese tiempo, Mefistófeles y sus principales generales estaban buscando nuevos mundos para esclavizar. Allí quedó Belial, entre otros caídos menores. La misión consistía en matar los Dragones infernales y hacer pagar a Belial sus atroces actos. Al abrirse el portal del otro lado, los habitantes se sintieron sacudidos por la sorpresa; hasta el corazón mismo del infierno tembló al ver entrar los noventa y nueve guerreros montando Quimeras, dirigidos por el mismísimo Mestizo. El caído, inmediatamente ordenó el ataque, primero los Dragones. Las quimeras se sintieron complacidas por el regalo, ajusticiarían a sus hermanas. Las damas del aire ensañaron su batalla, como nunca antes, expulsaron todo su poderío y sabiduría en tácticas de combate; los ángeles bautizados, ajustaron cuentas con caídos menores y lacayos y cuanta bestia se cruzara. Mientras, el líder, fue directamente hacia la Bestia principal; abriéndose camino con las Yin y Yan.
- ¿Yin y Yan? Eso creo que lo he escuchado o leído por ahí ¿Qué es?
- En éste caso Yin y Yan son dos espadas, gemelas; siendo la una contraparte de la otra. Una fue forjada por el herrero de los Arcángeles quien fuere amigo, en otros tiempos, de Urano; y la otra forjada por el herrero del infierno, un familiar de Geas. Con esas armas, nuestro maestro, más su propio poder es prácticamente invencible, en especial cuando las une, convirtiéndose, al igual que él, en otro ser mestizo; con el poder incluso de acabar con la existencia de Arcángeles y Caídos. No obstante, sólo él puede unirlas. Al enfrentarse a Beliar, éste demonio usó todas sus fuerzas, tácticas y artimañas para defenderse y tratar de vencer al invasor. Nada le funcionó, finalmente fue reducido, aplacado; ahí mismo se unieron Yin y Yan, y ya estaba todo listo para cortar de raíz las oscuras alas del Caído. En ese instante, dos portales se abren detrás. De uno sale Mefistófeles y del otro Miguel. Entre ambos, detuvieron al Mestizo.
- Has transgredido tus límites – Dijo Miguel.
- Ya es hora que aprendas cuál es tu lugar en el cosmos.- Dijo Mefistófeles.
Con gran esfuerzo, logró zafarse de ellos y estando lo suficientemente alejado, comenzó a liberar toda su energía, preparándose a enfrentar la que podría ser la última batalla de su existencia. Sus ojos, empezaron a brillar rojos como el fuego, y blancos como la luz, a la vez. Las grises alas pasaron a ser negras como la profundidad de una noche en el vacío sin estrellas; luego, mutaron los matices hasta ser completamente blancas, como el lirio que nace y vive acogido por la luz de Ormuz. Y finalmente, volvieron a transmutar con toda la furia del ser, se pusieron rojas, como el magma del corazón de su madre Geas, como el mismísimo fuego sagrado de la existencia primera del Cosmos. Sus enemigos, asimismo, libraron todo de sí. Mientras las damas guerreras del sueño del creador y demás ángeles que comprendían brillar en la oscuridad, batallaban incansables, El Mixticius, ya estaba preparado para terminar de buena vez, una guerra insondable en el calendario de Kronos. A pesar de que ya constataba el hecho de que casi era imposible ganar tal enfrentamiento, aún así, ni en su último aliento se rendiría; no dejaría de luchar mientras quedase gota de energía en él. En el momento que amagaron a lanzarse a la batalla, sucede algo inesperado; una esfera de luz aparece frente a ellos, y estalló. Todos quedaron cegados. Al recuperar la visión, ya no estaban en el infierno. Un lugar de luz y nada más.
- Están en un pensamiento que aparté para traerlos.- Dijo una voz, retumbante.
Los cuatro quedaron paralizados. Tres se arrodillaron incontinenti, presentando sus respetos, ya comprendían de quién era esa voz. Se dirigió al que quedó de pie.
- ¿Y tú, por qué no te inclinas, acaso no sabes quién soy?
- Sé quién eres, tan bien como tú sabes por qué no me inclino.
- Díselo a ellos entonces. Qué los demás sepan por qué de tu atrevimiento.- Dijo la voz.
Porque “yo” no soy esclavo.- Dijo, al momento que miraba a los otros tres.
- ¡¿Qué dices insensato?!- Reclamó el arcángel.- Inclinarse ante el creador, el señor de todo lo que Es, Fue y Será, es un gesto de respeto y amor hacia Él.
- Inclinarse de rodillas, es lo que exigen los esclavizadores a sus víctimas ¿A eso llamas amor y respeto? ¿Someterse a otro, sólo por su orgullo y capricho? ¿Eso quiere el padre de sus hijos?
- Yo no soy esclavo.- Dijo el Caído.- Y aún así, me inclino ante el creador.
- Tú, No eres más que el hijo rebelde y caprichoso que cree ser libre por abandonar el hogar. Empero, aún temes al padre de todo. Díganme ¿Por qué se arrodillaron cuando sintieron su presencia, si Él no pidió que lo hicieran? No son sus esclavos, son sus hijos, están sometidos a ustedes mismos. Y si su presencia abarca todo, entonces ¿Por qué no pasan toda su existencia arrodillados? Sus piernas tendrían que terminar en sus rodillas.
- Tú y tu insolencia y tu absurdo orgullo Mixticius, nunca dejarás de ser el rey Nada, en tu propio mundo. Ni siquiera los humanos saben de tu existencia, eres el ruido desafinado y molesto que irrumpe en la paz del silencio.- Dijo Miguel.
- Hablas siempre de justicia y no das la verdadera oportunidad a los humanos de elegir entre el paraíso o unirse a mis legiones, atas sus almas a tu ridículo mundo. Sábelo bien Rey Nada, cuando caigas todas esas almas nos pertenecerán. – Dijo Mefistófeles.
- “Rey Nada”.- Replicó Belial.- Fuiste, eres y serás Rey Nada.
Los humanos tienen un poder que ustedes nunca terminaran de entender…-Dijo El Mestizo.- Y de envidiar. Ellos pueden crear su propio paraíso, pueden elegir marchar en sus propias legiones. Ellos, pueden presentar sus respetos y amor al creador, sin arrodillarse.
- Tú y tus insignificantes humanos, aún existen por la estima que tanto los Arcángeles como los Caídos hemos tenido a tus padres, que alguna vez fueron de gran valía para nosotros. Pero, ese favor se acabó.- Dijo Mefistófeles.
- Toda especie, en el basto universo, existe porque yo lo he permitido. Cuando ya no quiera que existan dejaré que ese pensamiento sea olvido. Es cierto, mucho de lo que dices Mixticius; Empero, recuerda esto que por el orgullo y la soberbia de los humanos, llegará el día en que debas protegerlos de sí mismos.- Dijo la voz.- Y no los he traído aquí para hablar de ello. Mixticius, has transgredido los límites impuestos, tenías prohibido entrar al mundo de los Caídos. Ya sabes cuál es el castigo.
- Sí, mi señor.- Dijo El Mestizo.
- Sin embargo, te daré una opción. Arrodíllate ante mí y serás perdonado.
- Mi señor, mi amor y respeto es eterno e infinito, como el de un hijo a un padre y madre, a la vez. Quítame las armas, enciérrame o fulmina mi alma; pero, no me pidas sea un esclavo.
- Entonces, está hecho. Pasarás los cien mil años de castigo como un mortal, tu alma encerrada estará en cuerpos humanos, vida tras vida, reencarnarás una y otra vez y todo tu poder perderás, durante ese tiempo, hasta tu memoria.- Luego se dirige a Miguel.- y tú Miguel, tú has traicionado mi confianza; también, tenías prohibido ingresar allí, así como tenías prohibido la alianza con Lucifer. Grande ha sido tu desobediencia y serás castigado.
- Pero, mi señor – Dijo el Arcángel, sorprendido.- Me he arrodillado ante ti ¿Por qué no me perdonas a mí, si siempre te he sido fiel?
- Ya te he perdonado antes; ahora, deberás vivir como Faérico, en Faeria, durante cien mil años; vida tras vida.- Una leve pausa.- Y tú Belial, tuviste el atrevimiento de crear esas monstruosidades, del fuego del infierno, para dar fin a mis preciadas Quimeras, seres que se aventuraron a salir de mi precioso sueño ¡Cuánto has errado tu propio destino! Por ello, por bestiales tus actos, como bestia vivirás; vida tras vida, durante cien mil años, convertido en alimañas despreciables, aborrecido por toda especie viviente; durante ese tiempo haré que reencarnes cada vida en un mundo distinto, en todos aquellos donde has causado daño y dejaré que todos te odien y maltraten por ser la Bestia que eres.
Lucifer, fue enviado a su mundo y los demás a cumplir su castigo.
Ya estaban en el tercer subsuelo. El descendiente de la cultura Mapuche, ya acomodado en la nueva plataforma. La cabeza de frío aliento ya había congelado su pierna izquierda, hasta la cintura. Cuando la cabeza de aliento de fuego se disponía a hacer lo suyo: devorar lo que restaba de la pierna, el fémur; Pedro, miró asustado hacia abajo.
- ¡¿Qué hacés!? ¡Ojo con lo que mordés eh!
La tarea se completó de forma impecable. Y otra vez, cayó rendido al sueño. Otro que la memoria no retendría.
Ya preparados para seguir ascendiendo. El aventurero, miraba hacia el lugar de su cuerpo que ya no estaba ahí. El ángel, cumplió, nunca sintió dolor. Tal vez, le inquietaba el hecho que nunca más sentiría dolor en sus piernas. Rogaba que fuese realmente un sueño y que alguien lo despertara golpeando sus piernas, para sentirlas, otra vez.
- ¿Podemos seguir ascendiendo?- Dijo el ángel.- o ¿Prefieres seguir lamentándote y esperando te despierten?
- ¿Cómo adivinaste que era eso en lo que pensaba?
- Sigo siendo un ángel, puedo leer tu alma.- Dijo y emprendió la marcha.
- Y bueno, si vos lo decís.- Dijo, muy incrédulo.
- Y dime “amigo” ¿Aún quieres saber más? ¿Quieres que continúe relatándote lo sucedido?
- Todavía no sé para qué, de qué me sirve saber esas historias; pero si eso es lo único bueno que vas a hacer ahora, dale nomás contame.
- Ya sin rivales dignos en el Cosmos, Mefistófeles, tomó la decisión de acabar con los habitantes de los mundos de la orden de Surtur-Ra. Mandó a llamar a todos sus generales; a pesar que sus principales oponentes estaban cumpliendo los cien mil años de castigo, en ese sistema solar habían grandioso guerreros y el gran general de generales Atlas, y los demás Titanes y Titánides, presentaban un buen reto. Por ello, y para asegurarse la victoria fueron reunidos los ciento noventa y nueve caídos y sus respectivas legiones. Al ya estar todo dispuesto a favor de ellos, comenzó una invasión apocalíptica. Millares de portales se abrieron a la vez. Los Titanes se vieron obligados a reunirse en la tierra, todos los ángeles de la oscuridad nos vimos forzados a emerger. Reunimos las noventa y nueve legiones; la humanidad entera, las cuatro razas formaron una inmensa legión. En ese entonces, comandados y dirigidos por un hijo mortal del Titán Kronos: Zeus Tamahu. El Titán había sido designado regente de nuestro mundo por pedido de Urano y Geas. Todos los planetas de alrededor fueron tomados, casi sin resistencia. Luego de montar bases en los mundos abatidos, el señor de los infiernos dio la orden del ataque definitivo. Las legiones de demonios y sus aliados marcharon hacia éste planeta con un único objetivo: terminar con toda existencia. La diferencia entre ejércitos era abismal; no había posibilidad de protegernos, ni escapar de tal atrocidad de ataque. Ni todos juntos formando un solo ser podríamos reunir las fuerzas necesarias, así que solo nos resignamos a batallar hasta que nuestra existencia fuera exterminada. El gran estratega Atlas, planteó innumerables ecuaciones junto a sus hermanos y no encontraron estrategia alguna para siquiera una digna defensa. Ya se asumía todo perdido y el Titán Prometeo intervino en la charla.
- Llegó la hora temida por todos, es momento de cerar el ciclo, debemos acudir a Ra; hay que liberar a Surtur.
Los demás quedaron meditativos. Atlas, empezó a trazar un nuevo esquema.
- Si Lucifer logra su acometido, que estoy seguro que es destruir las almas de Urano y Geas, entonces éste mundo nunca más podrá albergar vida. Es cierto que en éstas instancias sólo el poder de Surtur puede combatir al punto de diezmar de una sola vez las legiones de los caídos. Sin embargo, tal fuego también quemará toda vida en la galaxia. Y pasarán miles de años mortales hasta que todo se restablezca en éste mundo.
- Sólo hay que asegurar la descendencia de las cuatro razas de la especie primordial; de las demás madre Geas y padre Urano, podrán restablecer en su orden y a su tiempo.- Dijo aún preocupado Prometeo.
Al enterarse de los planes de sus regentes, Zeus Tamahu, reunió el consejo de sacerdotes de las cuatro razas. Kronos, ya había hablado con él y le aseguró que era por un bien mayor. A pesar que su padre le había asegurado la inmortalidad de su alma, Zeus no dejaba de ser humano y amaba su especie, no diferenció nunca las razas, son la misma especie. Ya dada la noticia a los representantes y discutido el tema por suficiente tiempo, cedieron a hacer lo absolutamente necesario para evitar la extinción. Incluso, pactar con Lucifer, dispuestos a rechazar a los ángeles de la oscuridad y a los Titanes; listos para repudiar a los Arcángeles, quienes desde la ausencia de Miguel ya no importunaban por el mundo.
Finalmente, Mefistófeles, fue invitado a través del oráculo de las mil puertas. En el lugar se encontraban Zeus Tamahu y los cuatro sacerdotes. Un portal incandescente se abrió frente a ellos. De allí salió una voz.
- Si tanto deseas mi presencia, hijo de Kronos, da el paso a través de los mundos, ven a mí.- Dijo la voz.
Los sacerdotes se miraron entre ellos y luego al líder. El valeroso, arremetió el paso y al momento siguiente desapareció y cerrose el portal.
Nadie sabe qué sucedió en el otro mundo, ni de qué hablaron exactamente. Lo que si todos notaron que a su vuelta, Zeus Tamahu, ya no era un simple mortal; su aura tan imponente, su energía resplandeciente. Ya no era más un Tamahu, desde entonces sólo fue Zeus, el señor de la tierra del Olimpo, imperio que Mefistófeles le cedió. Y tanto más poderoso que un Titán. Luego de reunir a sus hermanos e hijos, ordenó a Hefesto le creara un arma tan potente que sólo el pudiese blandir. El herrero habló con Bacab y pidió que sus vientos reuniesen una importante cantidad de nubes sobre el centro del oráculo de las mil puertas; allí pondría su yunque y un trozo de metal moldeado en el fuego del corazón de Agni. Cuando todo estuvo listo, de la furia de las tormentas invocó el más vehemente rayo, que cayese y penetrase el metal, y quedose ahí atrapado, así comenzó a usar su martillo para mil veces forjar la espada del rayo de Zeus.
Ya tomado su propio imperio, puso a todos contra los Titanes. Una vez que eso sucedió, Mefistófeles ordenó la retirada de todas sus legiones. Los regentes, desde ese momento se convirtieron en presa de quienes eran sus protegidos.
Quimera, se detuvo frente a la plataforma del segundo subsuelo. Pedro, estaba completamente sumergido en su mente, tratando de visualizar la historia, de pronto abre sus ojos, tratando de divisar la pequeña plataforma, en esa fría oscuridad. Estira un lánguido, resignado suspiro.
- Ay, no.- Dijo y comenzó a tratar de bajar en el nuevo subsuelo.
Las cabezas de Quimera ya se habían encargado de devorar lo que quedaba de su pierna. Otra vez, descansó por un día casi completo. Con ayuda del ala de su transportista volador ya estaba montado, espalda a espalda, recostado. Y continuaron el ascenso.
- Sabes joven amigo, antiguas tribus Güarani tienen una leyenda acerca de una flor llamada “Irupé”. Cerca de la costa del río Paraná, había una tribu guaraní; allí, un joven aventurero llamado Pitá, el más osado entre los jóvenes guerreros, siempre estaba dispuesto a demostrar su destreza, sin importar los riesgos. Éste, estaba enamorado de Morotí, la más hermosa de la tribu y ella de correspondía en amor. Consciente de su belleza y de cuánto otras la admiraban y envidiaban, no sólo por ello sino también, por poseer el amor de más valeroso representante de los hombres; ella se había tornado muy vanidosa, tanto orgullosa y soberbia, solía alardear que su novio, por ella, conquistaría cualquier reto y sin importar qué prende ella impusiera, él, la complacería. Un día en que su exaltado orgullo se vio herido por los comentarios de las demás, insinuando que no era tanto lo que haría Pitá por ella, decidió demostrar que sí era cierto lo que pregonaba, se sacó su brazalete y lo tiró a la parte más profunda y peligrosa del río, un tramo que nadie se atrevía a acercarse, ya que aquellos que se aventuraron a nadar en ese lugar, nunca volvieron. Ella, pidió a su novio que buscase la alhaja; él, todo un valiente y dispuesto no dudó en zambullirse. Los minutos pasaron y el temerario Pitá no volvía. Todos los presentes asustados, Morotí pidió ayuda al hechicero. El sabio, después de mirar bien las aguas, lo suficientemente cerca, dio su veredicto.
- Pitá, ha sido seducido por la mujer que vive en el fondo de río. Allí, tiene riquezas y lo único que se le exige es sólo su compañía.
El hechicero le dijo a Morotí que sólo ella podría traer de vuelta a Pitá. Entonces, sin dudarlo, se zambulló en busca del amor perdido. Luego de varias horas, el sabio, mirando las aguas dijo “¡¡Ya se han encontrado! ¡Morotí ha salvado a Pitá! ¡Ya vuelven abrazados a la superficie! ¡Ya vuelven!”: y del fondo del Paraná surgió una hermosa flor de pétalos rojos y blancos, unidos por su amor se convirtieron en la flor Irupé.
Pedro, parecía estar sumido, ensimismado. De sopetón reacciona.
- ¡¿Y qué tiene que ver eso que me contás conmigo?!
- Si tu amada Olga te ama tanto como tú a ella, cuando note que no vuelves de tu aventura saldrá a buscarte. Porque una mujer que comprende amar, no comprende lo que es rendirse.
El venturoso muchacho quedó completamente estático y dubitativo.
- ¿Y vos cómo sabés de la Olga si yo nunca te conté?
- Los ángeles, mi joven y libidinoso amigo, podemos leer almas, así es como sabemos en quién confiar y en quién no.
- A mí se me hace que son unos metiches ustedes los ángeles.
-Está bien, si quieres seguimos con las historias antiguas.
- Sí, mejor.
- Si algo le seducía más que acabar con la humanidad, a Mefistófeles, eso era apresar a los Titanes. Así que la misión de Zeus era bien específica. Incluso en el infierno se creó una prisión especial, la cual fue llamada el Tártaro. Así fue que dio comienzo una guerra que duró muchísimos años. Muchas generaciones de guerreros batallaron incansables contra las legiones titánicas.
- ¿Y ustedes de lado de quién estaban, en esa guerra?
- Nosotros no intervenimos. Muy cierto es que los Titanes eran nuestros aliados y amistades; sin embargo, al jurar eterna lealtad a nuestro señor, el verdadero emperador de este mundo, por ser legítimo hijo de la tierra y el cielo, también dimos nuestra palabra de nunca atentar contra los seres vivientes de este mundo. Así que decidimos no intervenir. Ni siquiera en las guerras de humanos contra humanos, las disputas entre sus inventadas naciones y credos, no participamos en su auto extinción.
Finalmente, los titanes se rindieron, se dieron cuenta que aún ganando la guerra, perderían. La única manera de ganar era extinguiendo la humanidad, especie la cual ellos debían asegurar su continuidad. Si terminaban con la especie, sólo habrían hecho el trabajo sucio de Mefistófeles. Sin la humanidad en éste planeta los caídos ya no tendrían nada que les impidiese apoderarse del mismo. Y así este sería un mundo de esclavitud, nunca más existiría una especie libre; algo tan difícil de encontrar en el universo entero. Muchos mundos sólo sueñan con ser libres de simplemente “ser”. Es cierto, se rindieron y fueron llevados al Tártaro, pero siempre tuvieron la esperanza que algún día el legítimo emperador volvería a reclamar su lugar y exigiría la libertad de los auténticos regentes de esta galaxia y a el ser humano también lograría la paz, ya no más guerras entre las naciones ya que la humanidad entera volvería a ser una sola nación. Antes que Zeus pactara y se consiguiera el poder de un ángel superior, el único credo, la única cultura se basaba en el bienestar de la especie, ningún ser humano como individuo era superior a otro, sin importar cual fuese su función, en su lugar geográfico. Un pescador, un labrador de la tierra y un sabio sacerdote podían estar en el mismo lugar y charlar entre ellos sin hacer distinciones; el hombre respetaba tanto a la mujer como la mujer al hombre. Cuando este nuevo ser superior comenzó a gobernar desde el Olimpo, sólo una región lo siguió e idolatró. Muchas otras, decepcionados, prefirieron seguir a seres superiores de sus propias regiones. Eso conllevó a muchas batallas entre la propia especie. Todos creían tener lideres con verdades absolutas en sus creencias y así se dividieron para nunca más entenderse. Y aún hoy siguen confundiendo la fe ciega con la fe de los ciegos.
- ¿Y todo eso que me contás, hace cuánto pasó?
- Lo que tú debes saber es que el ángel mestizo fue castigado hace unos ciento dos mil quinientos años.
- A ver, a ver. Vos dijiste que había sido castigado a cien mil años. O sea, ya debe estar libre ¿No?
- Algo cierto. De hecho hace ya dos mil quinientos años “debería” haber sido liberado. Aunque, quienes debíamos liberarlo cometimos el error de llevar las espadas y querer sacar a los nueve ángeles en ese momento, cuando lo indicado era liberarlos antes. Sólo las nueve espadas junto a los nueve ángeles y las nueve quimeras pueden llevar a cabo el ritual. Los caídos lograron encontrarnos antes que iniciáramos, y la única opción que tuvimos fue dispersar las espadas, para que ellos no absorbieran ese poder. Pero, lograron encontrar al humano portador del alma de nuestro señor y lo asesinaron, para que su alma volviera a renacer en un nuevo cuerpo y perder, otra vez, la memoria. Para nosotros, otra vez comenzó la búsqueda; no es nada fácil encontrar un alma específica que no sabe quién es. Desde entonces hemos mantenido ocultas las espadas, así como estamos al margen de la humanidad; cuidando que los lacayos del averno no encuentren la forma de apoderarse de las armas; y buscando a nuestro gran maestro, antes que comience la última de las guerras para este mundo. Los arcángeles, tanto como los caídos, han descubierto el potencial de las almas humanas ya hace tiempo. Los humanos, son de las pocas especies en el universo que su espíritu puede ascender incluso hasta niveles de ángeles superiores. Por ello, quieren apoderarse y controlar este mundo y cada humano a su beneficio. Algo que los humanos parecen no comprender es que para los arcángeles nunca serán más que sólo sirvientes; y que para los caídos sólo esclavos. Sólo en aquí se es realmente un alma libre. Y por mucho más… ¡Pedro! Debes recuperar la espada; que ese maldito lacayo no llegue a su amo con ella.
- Todavía no sé cómo pretendés que enfrente al Juan, que encima ahora resulta que también es un lacayo ¡Si ni piernas tengo!
Al terminar de hablar, notó que se habían detenido, ya no subían. Su corazón comenzó a latir fuertemente. Ya sabía lo que eso significaba. El ángel disfrazado de quimera se sacudió levemente, tratando de indicar, al pasajero, que debía bajar. La mente del joven se oscureció tanto como la infinita negrura del foso.
- ¡Al fin! Llegamos al primer subsuelo mi buen amigo, baja y reposa con plena confianza, en la última plataforma.
Con más dificultad que nunca, Pedro, usando toda la fuerza y destreza posible de sus vigorosos brazos, logró llegar a acomodarse. No sin una buena dosis de quejas, apretando y rechinando dientes.
- Tienes alma de aventurero.- Dijo el ángel.- Querías vivir aventuras que nadie más se atreviese, eso es lo que estás viviendo ¿Y aún así te quejas?
- Tu aventura sigue haciendo que me duela la vida ¿Y ahora qué necesitas: Un brazo? ¿Lo querés en rodajas finas o en trozo? Dale nomás, si total vos hacés lo que querés conmigo.- Dijo completamente sarcástico.
- Tengo suficientes energías para llegar a la superficie, ya no debes preocuparte. Eso sí, necesito saber si eres digno de la tarea encomendada. Tengo que comprobarlo, sólo te preguntaré algo y según tu respuesta sabré si eres o no capaz.
- ¿Y eso es todo?- Preguntó muy sorprendido y a la vez desconfiado.- ¿Y si no respondo bien, qué va a pasar?
- Entonces, te hundirás en un profundo sueño. Al despertar estarás otra vez en tu hogar y verás de nuevo tus piernas. Tal vez, algún día te cases con tu amada Olga y tengan hijos y podrás llegar a ser un buen esquilador de ovejas. Empero, vivirás en la ignorancia, lo único que sabrás del mundo que te rodea es que nunca saliste de tu hogar. Agradecerás a Ngenechén, aún sin comprender de cuánto fuiste capaz si simplemente te hubieses arriesgado. Hasta podrás visitar una Machi, para que te ayude a entender la verdad que se oculta cuando duermes y ella no sabrá decir quién es el otro, el que hoy y ahora está conmigo. Así que buen Pedro, dime ¿Quieres arriesgarte?
- ¿Y a vos no te parece que me he arriesgado lo suficiente? Ya te dejé que morfes morfaras mis dos piernas y ya llegamos hasta acá. Así que dale nomás, sigamos con lo que sigue. Yo quiero salir de acá, no me voy a rendir ahora.
- Bien. En un momento dado, te hablé de la charla del ángel mestizo con el señor supremo; nuestro maestro, dijo que el ser humano es capaz de crear su propio paraíso… dime ¿A qué crees que se refería?
- La vida, el amor… cuando realmente amamos nuestra vida y comprendemos lo que es amar a otra persona, así cuando sentimos el amor de otra persona. Eso es lo que hace grandes nuestras almas. El amor de un hombre a una mujer, el amor de una mujer a un hombre, eso es vivir en el paraíso; el amor de una madre a su hijo, del hijo a los padres, eso es el paraíso; un hogar, no de personas perfectas, sino, de un amor perfecto creado por los integrantes de la familia. La vida en este mundo, en sí, es un paraíso; sólo pasa que estamos tan cegados que no nos damos cuenta lo hermosa que es la madre tierra y lo cálido que es el amor del padre cielo. Un niño lo comprende en la inocencia de su soñar, su imaginación maravillosa. Un niño que cree que sus padres son reyes y dioses, y él es un príncipe en su hogar, capaz de maravillarse con cada detalle del mundo entero.
Luego de sus propias palabras, quedó tratando de mirar hacia arriba, como intentando contemplar la luz al final de esa oscuridad. Mientras, el ángel, queda meditativo por extenso rato.
- Has hablado con sabiduría, buen amigo.- Dijo el ángel.- Pues, dime ¿Qué es lo que busca la curiosidad de tu mirada allí arriba?
- En realidad, me preguntaba si Olga, comprende que el amor que siento por ella, para mí, es mi paraíso y que todo lo que quiero es mostrarle lo hermoso que es; y que su amor es otro paraíso que quiero conocer.
- Ya es hora de dormir y descansar tu mente; necesitas las fuerzas para el último tramo, hasta la superficie. Entrégate al sueño. Permite que el sueño se enamore de la realidad, sólo así verás todo posible.
Así, el aventurero descansó; el joven enamorado, se armó de paciencia y aceptó la espera de un día más; y el soñador se entregó a su mundo, allí andante. Mientras tanto, el ángel vestido de Quimera, reposó junto a él.
Al separarse sus párpados, frente a él, alcanzó a divisar dos figuras, en rededor todo oscuro, miró hacia arriba aclarando ya la visión y vio las estrellas ¡Al fin! Estaba en la superficie. Se alegró muchísimo. Volvió la mirada hacia las extrañas figuras. Reconoció inmediatamente a Quimera y junto un hombre con grandes alas grises en su espalda, de gran porte y esbelto, parecía todo un guerrero fornido. La alegría se esfumó y se convirtió en tristeza.
- No me digas; no fue un sueño.- Dijo mirando a Quimera.
- Alégrate muchacho, ya estás fuera del foso. Ya estás listo para el siguiente paso de tu iniciación.
Pedro, quedó profundamente sorprendido, al notar que la voz que reconoció no venía de Quimera, sino, del nuevo acompañante de la desdichada aventura.
- ¡Ahora sí que no entiendo nada! ¡Menos que antes!
- Perdón amigo. Esta es mi verdadera forma y ella es la verdadera Quimera, ya fuera del foso pudimos separarnos.
- Mucho gusto joven Pedro.- Dijo Quimera, con ambas voces.- Será un honor, para mí, averiguar si eres el nuevo portador de la espada de un ángel de la oscuridad. Ahora, te advierto que ya varios han intentado sostener su poder; la impureza en sus almas los hizo indignos y la espada los rechazó e inmediatamente sus mentes se perdieron en la locura.
- ¿Y siguen con eso que tengo que recuperar esa espadita?
- Así es Pedro, tú no llegaste por accidente aquí. Tienes que traer de vuelta la espada. Nosotros nos encargaremos del resto. Tú sabrás tu verdadero destino, si realmente eres capaz de tal designio.
Pedro, se para de golpe y se pone furioso.
- ¡Pero ¿Cómo pretenden que la alcance si me morfaron las piernas ustedes dos?!- Dijo y quedó paralizado, al notar que estaba de pie.
- ¿Te refieres a las piernas sobre las cuales estas parado?- Dijo el ángel y sonrió.
- ¡Mis piernas!- Gritó de alegría y saltó un par de veces para asegurarse que no era una ilusión.- ¡Mis piernas, mis piernas, mis piernitas! ¡Cómo las extrañé!- Se detiene un momento, una pausa meditativa.- Pero ¿Cómo me devolvieron las piernas?
- Nunca las perdiste.-Dijo el ángel.- Hicimos creer a tu mente que así era, por ello es que nunca sentiste nada cuando creías que estaba devorando tus piernas Quimera.
Fuera de la gran fosa, y con rumbo fijado, ahora la aventura de Pedro, continuaba sin sus extraños y nuevos amigos. Mientras caminaba, recordaba las palabras de ellos, cuando él, dijo que nunca en su vida había tenido una pelea, así que no sabría cómo enfrentarse al lacayo Juan, cuando bien conocía sus habilidades en una pelea. Juan, era alguien muy camorrero, todos los fin de semanas salía al pueblo a emborracharse y siempre buscaba pelea y siempre ganaba. Ello lo preocupaba y mucho. Sin embargo lo que dijeron sus nuevos amigos, lo sorprendió por demás: “Mientras dormías, te hemos inculcado las artes de la batalla, tanto en tácticas como estrategia, perfeccionadas durante eones por los ángeles de la oscuridad. Así también, la sabiduría del universo que por los tiempos de los tiempos y aún cuando el tiempo era y no era, las Quimeras ya conocían. Sólo recordarás todo cuando tengas en tu poder la espada, y demostrarás ser merecedor de tal poder, así comprenderás brillar aún en la más profunda oscuridad”. Terminó resumiendo que tendría que enfrentar al traidor por su propia cuenta.
Estaba ya cerca del pueblo, no más de dos o tres horas a pie; muy nervioso, no sabía a quién acudir por ayuda.. El padre hace un par de años que murió, quedando él y su madre, una mujer mayor de cuerpo débil y ajado: a demás, era hijo único. Luego pensó “La machi me puede aconsejar”; sin embargo, se remitió: “¿Y qué hago, le largo por la cabeza algún amuleto raro que me dé?” Hasta que, finalmente, decidió dirigirse a quien le lavó el cerebro con raras y épicas aventuras. “¡Sí! Esteban va a poder ayudarme o aconsejarme, él, me metió en este baile con sus ideas y libros raros, el muy guacho, ahora me tiene que bancar”.
En la biblioteca, Esteban, como todos los días estaba sentado en su escritorio leyendo algún libro raro. Al llegar Pedro, se paró frente al bibliotecario, alterado.
- ¡Vos me tenés que ayudar! – Tomó aire, cansado casi abatido.- ¡Sí, vos! Me metiste en éste quilombo, ahora me tenés que bancar.
-¡Pero Pedro, estás destruido!- Sonrió, Esteban, con tono burlón.- ¿De dónde venís? Llevás semanas desaparecido ¿Qué te pasó?
- ¡¿Cómo que “qué me pasó”?! ¡Fui al pozo de porquería ese que me hablaste tanto!
- ¡¿Lo encontraste?!- Muy sorprendido.
Pedro comenzó a contarle todo lo sucedido a Esteban; desde el planeamiento, la salida con Juan, luego la traición de éste y cómo fue que entonces conoció un ruiseñor que se convirtió en un bicho gigante con alas de piedra negra y dos cabezas que encima hablaba. Y cómo consecutivamente gracias al ángel y la Quimera logró salir de ese gran aprieto. Contó todo lo que consideró pertinente contar, o sea, todo con lujo y detalle, con la intención que su amigo de los libros pudiese creer en él.
- A ver, esperame acá.- Dijo Esteban.
Se dirigió hasta el fondo, en un depósito de la biblioteca, estuvo allí un buen rato, revolviendo cosas. Hasta que volvió, trayendo consigo un machete.
- ¿Y eso es todo? ¿Me estás cargando?- Dijo Pedro muy decepcionado.
- No será la espada de un épico y legendario guerrero, pero, cumple su función. A demás está bien afilado, con este voy a cortar jarilla todos los domingos.- Hizo una leve pausa.- ¡Bueno, lo importante es que cumple su función ¿no?! Pero, ahora bien ¿Sabés dónde buscar a ese lacayo?
- Seguro debe estar en su ranchito, que tiene en un rincón del campo de sus tíos. Ahí no llega nunca nadie, así que es el lugar ideal para un pajarraco tan feo como él.
Estaban saliendo de la biblioteca, en la vereda, cuando los frenó el padre de Olga con el hermano mayor de ella. Ambos estaban enfurecidos.
- ¡A vos te quería agarrar! – Gritó el padre de Olga a Pedro - ¡Sí, a vos! ¡¿Dónde está mi hija, dónde está Olga, eh?!
- ¿Cómo que dónde está Olga?- Dijo Pedro preocupado - ¡¿Qué pasó con Olga?!
- ¡No te hagás el boludo que vos debés saber bien dónde está Olga! – Dijo el hermano de Olga.
- Hace más de una semana que desapareció ella. Y los últimos que la vieron, dijeron que estaba con tu amigo el Juan. Y todos sabemos que vos y ese son inseparables.- Dijo el padre- Y no te hagás el tonto que ya sabemos que vos te andabas haciendo el novio de mi hija ¡así que hablá de una vez! ¡¿Dónde está?!
- ¡¿Cómo que con Juan?!- Dijo Pedro- Pero ¿Están seguros?
- Que sí, estamos seguros. Ya varios en el pueblo aseguraron que los vieron juntos.-Dijo el padre.
Pedro, comenzó a indagar en su mente “¿Por qué Olga andaría por ahí con Juan? Si ella, lo despreciaba”. En reiteradas ocasiones, ella, se había mostrado disconforme con que Pedro mantuviese amistad con alguien como Juan; desconfiaba plenamente del susodicho; a tal punto de sentir asco hacia él. “¿El muy desgraciado se la habrá llevado a la fuerza, la habrá amenazado o lastimado?”. Se preguntó Pedro muy desconcertado, lo cual lo hizo poner muy enojado.
- ¡Ya sé dónde debe haberla llevado, ese perro traidor!- Exclamó con violencia.
- ¿Cómo, ya no son amigos?- Preguntó el hermano de Olga, mientras Pedro miraba a Esteban, tratando de que entendiese su pedido de ayuda. Padre e hijo, también se miraron, muy confundidos.
- ¡No!- - Dijo Pedro – Ese traidor… hace casi dos semanas fuimos al campo, uno que está a medio camino de acá a El Cui. Encontramos un pozo, en la noche, yo bajé a buscar una reliquia que estaba escondida ahí. Y el muy traidor cuando la subió, sacó la soga del pozo y ahí mismo me dejó tirado a mi suerte.
- ¿Y a mí que me importa eso? – Dijo el padre de la mujer - ¡Decime dónde está mi hija!
Pedro, quedó buen momento tratando de explicar la situación. Al fin resolvió contarles todo lo sucedido, arriesgándose a ser tratado de loco ante el padre y hermano de su amada dama.

Mientras tanto. En el ranchito de Juan. Allí estaban él y Olga. Ella, sentada sobre una de las sillas junto a la ventana del cuarto mono ambiente de unos cuatro pasos por cuatro pasos., de un aspecto tan lúgubre como el apagado semblante de su dueño que parecía salido de cuentos sin finales felices. Por su parte, Juan, estaba sentado en su pequeña litera, españda contra la pared, no dejaba de mirar obsesivamente la espada sobre la mesa; sus ojos parecían esforzarse en querer brillar ante tal tesoro, sin embargo, al cerrar y abrir los párpados volvían a su estado natural de frialdad anti pasional.
- ¿Qué te hicimos nosotros? Pedro te consideraba su mejor amigo y así lo traicionás ¡Sos una porquería vos!- Dijo Olga muy enojada.
- Nunca me interesó su amistad- Dijo Juan casi indiferente – Es sólo una tarea que me encomendó mi señor. Juan, el amigo de tu noviecito Pedro, murió hace ya un año. Cuando mi señor descubrió que tu Pedro iría en busca de la espada, me dio la tarea de matar a Juan y apoderarme de su cuerpoi, para así lograr hacerme de la espada.
- ¿Cómo es eso? ¿Y qué o quién sos vos entonces? ¿Y quién es ese señor tuyo y qué tiene que ver Pedro en todo esto, y qué tengo que ver yo?
- Mi señor- dijo el lacayo-, es un ángel caído. Un alto señor en los mundos de los caídos. En cuanto a Pedro, sólo él puede liberar lo que contiene ese pedazo de metal viejo. Una vez liberado, mi señor, se apoderará de ello. Y tú, eres quien garantizará que el torpe aventurero obedezca, de lo contrario tu alma será arrancada del cuerpo frente a sus ojos. No habrá quien pueda salvaros.
- ¡Pero!- Gritó con ira ella- ¡Lacayo de porquería cómo te atrevés…!
- ¡Silencio mujer!- Interrumpió el lacayo – Ya se acercan Pedro y su ridículo séquito – Lanzó una risa siniestra – Son tan insignificantes que ni siquiera dan lástima. Los muy ilusos, realmente creen que podrán hacer algo, no comprenden sus débiles mentes a qué se enfrentan. Mira bien por la ventana, en momentos los verás aparecer.
- Pero ¿Cómo? – Dijo ella y miró por la ventana - ¡Ahí están, vienen Pedro y mi papá y mi hermano! … y ¿Esteban?
- ¿Esteban? – Dijo el lacayo sorprendido - ¿Cómo es que no logré reconocerlo? ¿Qué me estará ocultando ese cerebrito ambulatorio?
Ya estaban los cuatro frente a la puerta de Juan. La noche estaba en sus primeras horas y una leve brisa circundaba que nada acercaba a ese lugar, hasta el aire parecía esquivar el nauseabundo y viejo rancho de adobe.
- ¡Juan, abrí perro traidor! – Pedro, gritó tan fuerte como golpeó la puerta - ¡Salí de ahí de una vez que te tiro la puerta abajo!
Antes que Pedro atacase la puerta de nuevo, con sus puños, ésta se abrió de golpe por sí sola. El padre y hermano de Olga se miraron el uno al otro estupefactos. Del interior se alcanzó a escuchar un grito de Juan.
- ¡Qué entre aquel que se cree tan valiente y que se olviden de lo que hasta hoy conocieron como realidad en su vida, una vez adentro, quienes se atrevan a tal reto!
Pedro miró a Esteban con su mirada fulgurosa. El bibliotecario asintió y se dispuso a acompañarlo en la entrada. Mientras los otros dos dudaron por un instante, terminaron también asintiendo con sus cabezas. Antes de entrar Pedro se dirigió nuevamente a Esteban.
- Ya un bicho de piel de piedra me morfó las piernas por pedazos, y resultaba que era un ángel… y éste todavía cree que me puede sorprender y asustar, el muy boludo – Dijo Pedro y entró de empellón al rancho - ¡Mostrate traidor!
Adentro, la luz era tenue, les costó a los ingresantes a la vivienda acostumbrar sus ojos. Y amontonados como ganado en el corral, Esteban, alcanzó a tomar muy fuerte el hombro de Pedro.
- ¡Espera! – Dijo esteban- Ese no es Juan.
- ¡Pedro! – Dijo Olga, al tiempo que se levantaba de la silla - ¡Viniste!
Pedro y Olga, en dos pasos se encontraron y abrazaron fuertemente. El padre y hermano de ella, se acercaron sin hacerse esperar ni llamar.
- ¡Es una trampa, mi amor! – Dijo Olga – Esteban, tiene razón, él no es Juan, es otra cosa o bicho, y dijo que está esperando, parece, a su jefe. Está esperando a su amo, ese perro sucio.
En ese momento, Esteban, se para justo en el centro de la habitación; mira en rededor, sólo usando su visión periférica, detiene la mirada frente al lacayo y luego dirige su mirada al suelo y se muestra iracundo.
- ¡Pero, con qué derecho te tomas sobrado atrevimiento de entrar a éste mundo y robar la reliquia que guarda el alma de uno de mis hermanos! Bien sabes que en este mundo los de tu especie no son bienvenidos – Dijo Esteban – Muéstrate que tu lacayo no me engaña, bien sé quién eres despreciable invasor.
Al instante, todos miraron al bibliotecario, sin comprender de qué ni a quién hablaba. Entonces, de una esquina oscura de la habitación se empieza a notar una figura que antes nadie había notado; la figura tomó forma por completo, un hombre de mediana estatura, sus ojos rojizos y brillosos resaltaban en el lóbrego ambiente, y de repente de su espalda se extendieron enormes alas de negro azabache. Dio un paso al frente. Los demás quedaron estáticos. El lacayo se paró de golpe apartándose de la litera y se puso junto a su amo. Así se confirmó la presencia de un auténtico ángel caído, de gran rango.
- Aquí tu rango de gran Duque y tus setenta legiones no están a disposición, insolente general del averno. – Dijo Esteban.
- Pareces bien informado humano, ¿ó debo decir ángel de la oscuridad? Puedo percibir qué eres, pero, te ocultas bien, tu energía está bien resguardada. Sabes quién soy y de mi poder y sin importar el tuyo sé bien que mientras uno de ustedes está encerrado en un cuerpo humano, no poseen la totalidad de sus fuerzas a libre disposición. Empero, dime quién eres y tal vez tenga piedad contigo y te dejaré para lo último.
- Aguarda, desgraciado caído, ya sabrás sin más espera que no reconocerme a mí no es tu único error. Es cierto, no poseo todo mi poder aún, por ser un mortal, sin embargo, en esta habitación hay quien sí puede darte tu merecido castigo.
El demonio de un movimiento brusco se puso frente a Pedro, a quien rebasaba en altura sólo por unos centímetros, lo tomó del cuello y lo levantó hasta dejarlo suspendido frente a él, completamente paralizado. Comenzó a reír, los demás, ninguno se atrevió a hacer movimiento alguno. Olga, desconsolada, trata de acercarse y es detenida por el lacayo. El padre y hermano, tratan de atrapar sobre la marcha al atacante, pero es muy fuerte y hábil, logra acertar un golpe a cada uno, arrojándolos al suelo contra la pared, quedando ambos inutilizados; se dispuso a abrazar muy fuerte a la mujer aquietándola.
- ¡Suéltala inmundo lacayo!- Dijo Esteban
- ¿Y quién lo dice, un ángel viejo y sin fuerzas?- Dijo el lacayo y estiró una carcajada satírica.
- Ahora os diré, malditos insensatos, cómo seguirá esto. Ahora sabrán quién soy y quién los echará de este mundo.- Dijo Esteban.
Esteban, extendió su mano bien abierta, sobre el rostro de Olga; él, cerró sus ojos y de su mano se mostró una pequeña pero potente luz, parecía un sol diminuto. Susurró unas palabras en un lenguaje que los demás no entendieron, a excepción del demonio. Olga, quedó prácticamente petrificada, al momento, el bibliotecario siguió hablando en voz alta y entendible.
- ¡Por Rua-Aelohim-Aur. Yo, el protector del eterno árbol de la sabiduría; yo, Pitágoras, te devuelvo tu identidad – Dijo el antiguo sabio y la luz que nacía en su mano se abalanzó sobre ella – Y ahora di tu nombre inmortal gran guerrera arcángel y serás libre otra vez.
El Duque infernal, dio un paso atrás, sorprendido y asustado.
- ¡No!- Dijo el caído - ¡No te atreverás! ¡No lo permitiré!
El caído intentó avanzar con todas sus fuerzas sobre Pitágoras. Sin embargo, el gran sabio aún tenía trucos. De pronto, las paredes desaparecieron. Hasta el mismo campo desapareció. Estaban ya todos en medio de la nada e inmediatamente a lo lejos y en todas direcciones aparecieron estrellas, infinidad de brillantes puntos en el infinito espacio que los rodeaba. El atacante se detuvo de inmediato y su lacayo quedó aún más sorprendido. Pedro, ya en el suelo mirí a quien creyó un simple bibliotecario.
- ¿Qué pasó Esteban, digo ¡Pitágoras!?
- He traido a nosotros una sala del tiempo. De aquí, este demonio, no saldrá sin su merecido castigo – Dijo Pitágoras y se dirigió de nuevo a la joven - ¡Despierta con tu nombre y vuelve a ser quien debes ser, por Rua-Aelohim-Aur, te lo ordeno!
Entonces, ella susurró: “Lauriel”. Sus ojos negros y profundos como el universo, comenzaron a brillar como si todas las estrellas del firmamento se amontonasen para admirarse en su reflejo; de su espalda, de sopetón, se extendieron dos alas tan blancas, suaves y bellas como nubes que se pasean en un día soleado. Ella, se deshizo rápidamente de quien intentaba apresarla, tomó el arma milenaria y cortó la cabeza al despreciable esclavo y no se resistió a decir antes: “Te advertí que pagarías caro el meterte con mi hombre, y más aún si lo intentabas conmigo”. Convirtiose en cenizas el cuerpo mutilado.
- Así que aquí yacía escondida la traidora Lauriel- Dijo el demonio -. Tú, no eres mejor que nosotros, tus propios hermanos arcángeles te han jurado cacería por tu traición.
- Al señor supremo toda mi fidelidad, nunca he traicionado su amor. Él, me dio su beneplácito al permitirme elegir a quienes proteger. Yo juré a él mismo, que lucharía en contra de todo ser en el Cosmos que atentase contra la libertad de las almas. Si mi señor me pide abandonar la tarea, entonces, preferiré a que fulmine mi existencia; pero, nunca abandonaré a quien realmente me ha de necesitar. Y en éste mundo hay almas tan sinceras y brillantes como la mismísima luz de Ormuz.
- ¿Y tú qué dices viejo pretencioso, Pitágoras, protector del gran árbol de la sabiduría: Pueden los ángeles de la oscuridad dejar entrar al seno de su tierra a un arcángel, y más a ella, sabiendo que cuando Miguel y Gabriel estén enterados de su paradero exigirán que la entreguen o habrá de seguro una eterna guerra?
- Lauriel, es un ángel de la oscuridad – Dijo Pitágoras -. Las legiones de este mundo responden por ella. En cuanto a ti soberbio Abigor ¿Dónde están ahora tus legiones? – Mira a Lauriel – Y tengo entendido que ustedes dos tienen cuentas pendientes. Tu momento ha llegado.
Abigor, trató de dar paso atrás, para entonces Lauriel ya estaba detrás suyo. La punta de la espada ya atravesaba su pecho. Sacó muy rápido, la espada y se dispuso a cercenar al caído. Pitágoras, se lo impidió, tocando su hombro.
- ¡Espera! – Dijo el sabio – Si muere en esta sala del tiempo, nadie más sabrá. Hay que dejar que sus consortes sepan, finiquitar su alma será muestra tanto a caídos como arcángeles que nunca nos rendiremos y que daremos batalla a cuantos vengan a tratar de esclavizar este mundo.
Pitagoras, se concentró para reunir su poder; de repente, el paraíso de lejanas estrellas alrededor, comenzó a desaparecer, hasta quedar a oscuras. Al siguiente instante, todo volvió a la normalidad, al menos el paisaje. Otra vez, en el rancho de Juan. Abigor, de rodillas. Y dos presencias esperándolos volver: Quimera y Kapila estaban fuera del racho. Todos salieron a su encuentro; Lauriel, llevó arrastrando consigo al demonio. Pedro, el padre y hermano de Olga, aún sin entender, sólo siguieron a los demás.
Kapila se apresuró a pararse frente a Pitágoras, se saludaron efusivamente; mientras que Lauriel se apresuró a acercarse a Quimera.
- Bendito el señor supremo, por resguardar tu preciosa existencia mi preciada amiga – Dijo Quimera en tono afable.
- Mi amiga, grande es mi dicha por verte a ti, luego de haber despertado del interminable sueño de la memoria – Dijo Lauriel -. A ti te debo mi libertad, tú me enseñaste la verdadera libertad, quitaste el velo que no me permitía ver cuánto sufrimiento padecían tantas almas en el vasto universo. Necesito un favor, amiga mía, vigila a este despreciable demonio, mientras voy a hablar con ellos – Señala al padre y hermano de Olga – que han sido mi familia en esta actual vida mortal.
Quimera, accedió gustosamente, ambas cabezas amenazantes no perdieron de vista al caído; Lauriel, se acercó a ellos y estuvo buenos momentos charlando. Finalmente, se mostraron comprensivos y se retiraron de la escena. Luego, ella, fue hasta donde estaba Pedro. En ese instante Kapila y Pitágoras se acercaron a ellos.
- Es hora – Dijo Kapila – Ya debemos liberar la energía de la espada; Pedro ¿Estás preparado?
- ¿Y ahora? – Dijo Pedro, preocupado – Ya recuperaron su espada. Mi mejor amigo lo mató un demonio, mi novia es un arcángel, mi suegro sigue siendo igual de feo y yo según lo veo, vuelvo a quedarme solo. ¿Y ahora qué quieren de mí?
- No, Pedro – Dijo Pitágoras – Si estás dispuesto a entregar tu vida a nuestra causa que es proteger la libertad de las almas, nunca más estarás solo; somos millares luchando como hermanos y hermanas. Si te preocupa no estar a la altura de esta noble dama, la gran Lauriel, pues, ya no hace falta, una vez convertido en uno de nosotros estarás de igual a igual.
- Pedro – Dijo Kapila – Entonces ¿Estás preparado?
- Debes creer – Dijo Lauriel a Pedro – Y cree más aún en ti mismo, que es eterna tu alma como lo es la sinceridad en el brillo del fuego sagrado.
Pedro, asintió gustoso y se allegó a Kapila. Lauriel, volvió a su tarea de mantener aquietado al Duque de los infiernos. Quimera, también se reunió con Kapila; Pitágoras, se paró junto a Pedro.
- Ya puedes sostener en alto tu espada, Pedro – Dijo Pitágoras.
Pedro, quien aún tenía el machete en mano, empieza a buscar la vieja espada, hasta que ve que la tiene Lauriel. Intentó acercarse a ella y el sabio lo detuvo.
- No, Pedro, esa espada siempre perteneció a Lauriel. Mira de nuevo tu machete. – Dijo el sabio.
En sus manos, una radiante espada se lucía. En su forma era idéntica a la primera, sólo se notaban distintos los símbolos grabados en la hoja.
- ¡Pero ¿Cómo?! – Exclamó Pedro.
- La espada del pozo – Dijo Kapila – Siempre fue de Lauriel, y necesitábamos acercarla a su dueña para que así, ella, recobrase su identidad. La espada del ángel de la oscuridad siempre estuvo en manos de Pitágoras; él, te eligió como portador del poder que encierra, que hoy conocerás y así serás uno de los nuestros.
- Ahora, Pedro, levanta tu espada frente a Quimera – Dijo Pitágoras y luego miró a kapila -  Es momento.
Ambos sabios se pusieron detrás del joven postulante y apoyaron sus manos sobre los hombros de él. Ambas cabezas de Quimera lanzaron un bramido aterador al aire y apoyó con tal fuerza sus patas delanteras sobre el suelo que todo pareció tronar en tierra y cielo. Luego, hielo y fuego, a la vez, sobre la espada, que mantuvieron exhalando las bocas durante aproximadamente un minuto. Cuando detuvieron su aliento, ambas voces hablaron.
- Ahora Pedro, pronuncia su nombre, por Rua-Aelohim-Aur, pronuncia el nombre del morador de la espada y él se convertirá en tu eterna sabiduría; y tú serás un ángel de la oscuridad que habrá salvado el fin de su existencia.
- ¡Por Rua-Aelohim-Aur! – Dijo Pedro – ¡Yo, despierto tu existencia Atón Rot  , yo seré quien no dejará que tu energía se desprenda de los confines del universo!
La espada que brillaba con fuerzas incalculables, de pronto, se opacó por completo, la corteza parecía resquebrajarse como la piel seca haciéndose cenizas y se desprendió como polvo barrido por la leve brisa circundante y hasta la última partícula cubrió el cuerpo de Pedro. El joven quedó inmóvil, mientras se filtraba todo por cada poro de la piel. Kapila tomó la espada.
- Y ahora, aliméntate de la vida; materialízate alma inmortal.- Dijo Kapila.
Entonces, la piel del joven, comenzó a resquebrajarse y endurecerse, hasta quedar como negra cáscara; al momento siguiente, toda la negra cáscara se desprendió de él. Así, un nuevo ser surgió, era en efecto y apariencia él mismo: Pedro; sin embargo, ahora ya era algo más. De se espalda se desplegaron dos alas de grises matices. Por un momento el silencio lo absorbió todo. Acto seguido, Kapila, ofrece la espada al nuevo y auténtico portador. El nuevo ángel de la oscuridad la toma.
- Abigor, es tu tarea – Dijo Pitágoras.
Lauriel, suelta a prisionero, éste sólo permaneció de rodillas. Ya frente a él, se prepara para decapitar al demonio. Abigor, levanta la cabeza.
- ¡Ineptos! – Dijo Abigor furioso - ¡¿realmente creen que Lucifer os temerá sólo por acabar con mi existencia?! Millares de legiones vendrán a vengarme. No será el universo los suficientemente grande para escapar.- Mira a Pitágoras y luego a Lauriel - ¿De verdad crees que jugar a ser una de tantas mascotas del Mestizo, te protegerá de los arcángeles Lauriel? Debí haber terminado con la existencia de tu hija, esa bastarda tampoco se salvará.- Mira a Pedro – Acaba conmigo ángel rojo, gánate tus alas y preparate, porque en el momento que yo deje de existir comenzará el apocalipsis para todos estos malditos munditos que creen estar protegidos por la orden de Surtur-Ra. Y cuida de tu amada traidora que la bestia vendrá por ella, ya la reclamó…
- Qué pena no estarás para ver cómo destrozo a la inmunda bestia.- Dijo Pedro.
Inmediatamente de cortar la cabeza del demonio, su cuerpo se volvió polvo que rápidamente desapareció en un suspiro de la brisa.
Finalmente, Pedro, se convirtió en un ángel de la oscuridad, otro protector de la vida en este mundo. Olga, recuperó su verdadera identidad, quien resultó ser un arcángel que renunció a su mundo a los suyos en pos de resguardar a quienes realmente necesitaban de ella y sus habilidades. Esteban, el bibliotecario, resultó ser el antiguo sabio esotérico griego Pitágoras, quien hacía tiempo había descubierto lo especial del alma del joven Pedro y también calculó el paradero de Lauriel, de hecho fue al descubrir el por qué ella decidió nacer en ese lugar que descubrió al otro, ya que Lauriel llevaba varias vidas interesada en esa alma y donde él nacía ella, allí aparecía.
Por su parte Kapila y Quimera, dieron por cumplida su misión, mantenerse cerca de la espada hasta encontrar al merecedor de portar su contenido. Cuando descubrieron que Pitágoras estaba allí, se reunieron para tramar la aventura para el descendiente de los Rot.
Pitágoras, montó sobre el lomo de Quimera. La dama negra levantó vuelo al tiempo que abrió un portal. Ambos se despidieron de los demás mientras partían a desconocidos rumbos, y atravesaron el portal de luz.
Pedro y Lauriel, no dejaban de mirarse a los ojos, como si en sus miradas estuviesen confesándose el uno al otro. En ese momento se allega Kapila.
- Ahora, mis buenas amistades, deberán ocultar sus alas y continuar como humanos. Cuando ya todo esté dispuesto y las demás espadas con sus portadores, estaremos listos para despertar a nuestro maestro: El ángel Mestizo. Sólo asegúrense de guardar bien sus presencias.- Miró sólo a Lauriel – Ahora, que ya deben saber de ti y con la extinción de Abigor, tanto arcángeles como caídos, seguramente, estarán enviando sus exploradores para encontraros. De todas formas, si algo imprevisto sucede búsquenme en la cámara de la herencia. Tú Lauriel ya sabes cómo llegar.
- Sí, mi amigo – Dijo ella – Y no te preocupes, estaremos en el lugar que seamos requeridos en su momento.
El sabio ángel de la oscuridad, Kapila, se despidió formalmente de la pareja; después, extendió plenamente sus alas grises y en un abrir y cerrar de párpados desapareció en el cielo.
La pareja de grises alas, optaron vivir juntos en el rancho de Pedro; una precaria vivienda con lo justo y necesario para sobrevivir a nivel humano. Sin embargo, el amor del uno al otro, todo lo abarcaba. En las noches que la dama plateada se presentaba en su campo, ellos, extendían sus alas y volaban tan alto que cualquiera que los viese desde tierra creería estar contemplando dos estrellas en perfecta armonía, por el sólo hecho de estar tan unidas, bellísimas estrellas en el transparente cielo nocturno, eternas en su amor.
Por otra parte, no todo final feliz es final definitivo. Ella, bien sabía que tarde o temprano volvería a oír el llamado a la batalla; había veces que la tristeza del pasado corroía sus dulces ojos. Aún así, lo que tendría que ser simplemente sería; por tanto, decidió vivir al estilo humano, sólo dejarse llevar y disfrutar lo que durase cada momento, ya sin lágrimas, sólo vivir.




[1] Ngenechén: Dios Supremo Mapuche.
[2] Machi es el nombre usado para designar a la persona que tiene la función de autoridad religiosa, consejera y protectora del pueblo mapuche.
[3] O también Beliar, fue rey de los infiernos, creado después de Lucifer y uno de los más poderosos, uno de los primeros en revelarse. Antes perteneciente a la Orden de las Virtudes y de los Arcángeles, ahora es el más vicioso de los demonios, muy atractivo. Aparece sobre un carro de fuego. El Apocalipsis le menciona llamándole "La Bestia".

-J.A.P.-